Don Baltasar Samán, Cacique de Charapotó

Defendió el puerto de Manta; años más tarde viajó a Madrid para pedir el título -que le fue negado- de gobernador de naturales del Corregimiento de Guayaquil. Decía ser descendiente de los caciques de Jaramijó pero pareció más bien pertenecer a un linaje

Defendió el puerto de Manta; años más tarde viajó a Madrid para pedir el título -que le fue negado- de gobernador de naturales del Corregimiento de Guayaquil. Decía ser descendiente de los caciques de Jaramijó pero pareció más bien pertenecer a un linaje

Defendió el puerto de Manta; años más tarde viajó a Madrid para pedir el título -que le fue negado- de gobernador de naturales del Corregimiento de Guayaquil. Decía ser descendiente de los caciques de Jaramijó pero pareció más bien pertenecer a un linaje extranjero.

En 1583, un indio acaudalado del Partido de Portoviejo, don Baltasar Samán, cacique de Charapotó, utilizó recursos propios para defender el puerto de Manta, amenazado por la irrupción del pirata Tomas Cavendish en el Pacífico. Mantuvo en presidio durante tres meses un ejército de 100 indios “de a caballo y de a pie”, dispuestos a defender con arcos y flechas las posesiones del Rey en ultramar.

El ataque de Cavendish, o Tomas Candi, como lo llamaban los españoles, finalmente no se dio pues el pirata prefirió asaltar isla Puná y marchar luego hacia Nueva España (“Baltasar Samán, Inga, Cacique y Gobernador de Charapotó, pide mil y quinientos ducados de indios vacos, por sus servicios contra el corsario inglés y la pérdida de catorce mil ducados robados por dicho corsario. 1594”, Documentos para la Historia de la República del Ecuador, III Tomo, Edit. Casa de la Cultura Ecuatoriana, Quito, 1977, pp. 329-363).

El valle de Charapotó se ubica en la provincia de Manabí, entre las ciudades de Manta y Bahía de Caráquez, y se extiende desde el cantón Rocafuerte al este, hasta orillas del Pacifico al oeste. Hasta el día de hoy, su fecundidad contrasta con las lomas áridas que lo rodean, sobre todo en los meses estivales, ya que el valle se beneficia de las cálidas aguas del río Portoviejo en su lenta y sinuosa salida al mar.

Podemos imaginarnos el elevado gasto que supuso mantener un ejército de 100 hombres durante tres meses en defensa del puerto de Manta, pero don Baltasar era sin duda un cacique adinerado. Su fortuna le permitió viajar a Madrid en 1593, llevando consigo la considerable suma de 14 000 ducados.
Para su desgracia, el barco en que viajaba fue atacado por piratas a la altura del Cabo de San Vicente al sur de Portugal, de suerte que llegó a Madrid solamente con la ropa puesta, y debió solicitar ayuda a prominentes vecinos de Portoviejo para entonces radicados en Valladolid y Madrid.

Obviamente no podemos verificar el alcance de su pérdida. El cacique tenía no pocas ambiciones y pudo exagerarla para avalar su causa. Aspiraba al título de gobernador de naturales de todo el Corregimiento de Guayaquil, amén de otros privilegios, como ser encomienda de indios y una sustanciosa renta de por vida, como recompensa por servicios prestados a la Corona, entre los cuales realzaba la defensa del puerto de Manta. Antes del viaje a Madrid se ocupó en recabar testimonios de prominentes vecinos tanto en Portoviejo como en Panamá, al estilo de las probanzas de mérito, todo lo cual debió ocasionarle ingentes gastos.

Don Baltasar dijo ser descendiente de los caciques de Jaramijó pero pareció más bien pertenecer a un linaje extranjero. En varias ocasiones (tanto en Portoviejo como en Madrid), se identificó como Inca. Conocemos que el apellido Samán fue propio del Perú y no del antiguo Partido de Portoviejo. Aunque esta costa no estaba bajo el dominio Inca, Cieza de León afirmó que los Incas tenían funcionarios apostados ahí, posiblemente como espías, con miras a apoderarse del comercio del “spondylus”. Este pudo ser el caso de la familia Samán. Además, tras la conquista, la nobleza Inca aprovechó la confusión para arrebatar cacicazgos a la nobleza local, los legítimos dueños, de ahí la frecuencia de pleitos judiciales por cacicazgos.

Sin embargo, don Baltasar dijo haber heredado el cacicazgo de Jaramijó de su padre y estar entroncado con familias cacicales locales. Su esposa, doña Gracia, era sobrina de los caciques de Picoazá y su padre, don Pedro Samán, habría heredado el cacicazgo de Jaramijó de su hermano, don Diego, y habría obtenido el cargo de gobernador de naturales del pueblo reducido de San Esteban de Charapotó.

Su solicitud fue negada por el Consejo de Indias y se lo recompensó más bien con un cargo en Lima, en donde se desempeñó como traductor de otras lenguas que se hablaban en Perú. Ello refuerza la idea de que los Samán fueron de origen peruano, razón por la cual estaban familiarizados con lenguas vernáculas de esa región.

Cabe la pregunta: ¿de dónde obtuvo don Baltasar tan considerable fortuna? Ciertamente existían salinas cerca del valle de Charapotó sobre las cuales el cacique ejercería control, pero sería dudoso que tuvieran tan alta rentabilidad. La falta de información nos permite solamente especular. A finales del siglo XVI la ciudad de Potosí en Alto Perú se había convertido ya en un importante mercado debido al auge de la actividad minera.

Es factible, como se denunciara frecuentemente en siglos posteriores, que las mercancías destinadas al Perú, provenientes de Filipinas y Acapulco, fueran desembarcadas en Charapotó o en la vecina y deshabitada Bahía de Caráquez, transportadas por tierra a Guayaquil y reembarcadas en tráfico de cabotaje hacia el Callao.

De esta manera los comerciantes burlaban no solo el pago de aranceles de exportación sino también las regulaciones del Gobierno español que imponía cuotas para el comercio intercolonial. Más interesante aún, se exportaba clandestinamente la cabuya, fibra de gran demanda para la fabricación de aperos para la navegación. El cacique habría podido utilizar sus indios para recolectar la fibra. Una tesis doctoral afirma que desde Charapotó se embarcaban grandes cantidades de cabuya hacia California, para ser reenviadas clandestinamente hacia Filipinas.

De cualquier manera, el contrabando pudo ser la fuente de ingresos que permitió a Samán amasar tan grande fortuna. Curiosamente, en su representación al Rey, Samán indicó que quería tratar asuntos de beneficio mutuo y de gran interés para el Rey, pero como el Rey no lo recibió, no podemos enterarnos de la naturaleza de dichos asuntos.

El cacique permaneció en Madrid una larga temporada, a la espera de obtener las mercedes reales solicitadas. Finalmente, desalentado, emprendió viaje de retorno, sin obtener los títulos que pretendía. Desconocemos la suerte de don Baltazar en Lima, excepto que realizó por lo menos un viaje más a España. Aparentemente no volvió a Charapotó, pues el apellido Samán desapareció de la provincia.

*Historiadora y catedrática, Ph.D. Este es el primero de tres artículos suyos sobre el valle de Charapotó.

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