Erika Espín, Marializ Ramírez y Ma. del Carmen Marchán, tres de las directoras de documentales producidos en la Universidad Católica.
Los temas de las cintas abordan distintas vivencias sociales y culturales. Foto: Gabriel Proaño / para EL COMERCIO
El desencanto de la población en torno a la reactivación ferroviaria en el cantón Alausí, en Chimborazo (‘El tren difícil’). Un acercamiento antropológico al “piano de la selva”, en Esmeraldas (‘Marimba: La esencia’). Y la vida de los pescadores de Anconcito, en Santa Elena (‘Entre el cielo y el mar’). Son tres de los documentales producidos por estudiantes de último año de Comunicación Social de la Universidad Católica de Guayaquil, que le ponen rostro a distintos hechos artísticos o tratan temas de identidad en medio de condicionamientos urbanos.
Identidad, retratos en documentales es el título de una muestra de cinco trabajos que intentan reforzar a través de un producto audiovisual elementos simbólicos de distintos sectores de Ecuador. Las piezas fueron proyectadas a inicios de marzo en la U. Católica, y sus realizadores junto con el Centro de Producción Audiovisual de la Facultad de Filosofía de esa misma institución tienen previsto subirlas a YouTube para el público en general.
La historia de un cerro convertido en tugurio, en el corazón de Guayaquil (‘Nuestra favela’), y las nostalgias de un minero artesanal de Zaruma, en El Oro (‘Minería artesanal, entre el oro y el recuerdo’), complementan la serie que recorre cinco provincias.
La propuesta es articular las historias, en la medida de lo posible, desde un personaje. Y que las imágenes cuenten las historias más que las ‘voces’.
Erika Espín, de 22 años, escogió como personaje a un instrumento que ha identificado a la comunidad afroecuatoriana desde sus orígenes: la marimba. Doce personas grabaron en Esmeraldas y Borbón, donde entrevistaron a Carlos Minota, director del grupo Tierra Negra, y a Papa Roncón, depositario de esa tradición. “La marimba cuenta su historia desde lo cotidiano, está unida a algo tan trascendente como la divinidad y al mismo tiempo ligada a lo más habitual”, indica Espín, directora de ‘Marimba: La esencia’, de 16 minutos de duración.
Marializ Ramírez, de 22 años, decidió filmar en Guayaquil, en la cara oculta del cerro Santa Ana, en el reverso de las turísticas escalinatas, aunque nunca imaginó que sería tan difícil encontrar a su personaje. Durante el mes que visitó la zona más marginal del cerro hubo días en que no logró hablar con nadie. Muchos la prevenían sobre el riesgo de adentrarse por esos callejones y escalinatas. “Había personas que nos acusaban de ser policías encubiertos y se negaban a hablar con nosotros”, cuenta Ramírez, que se internó en los pasajes junto a Sugey Coello y Germán Gallardo, dos compañeros, parte del equipo de producción.
Tocando puertas encontraron a María Ramírez, de 82 años, alegre y dicharachera; la anciana terminó protagonizando ‘Nuestra favela’, filme de 12 minutos. “Ella coincidía en que era un lugar peligroso, pero al final siempre remarcaba que le encantaba el Cerro, que quería vivir allí el resto su vida. Era muy interesante ese sentido de pertenencia hacia un lugar tan simbólico, venido a menos”. El título surge de las entrevistas realizadas a los pobladores, que comparan el cerro con las favelas brasileñas que ven en la televisión y en las películas.
María Marchán, de 23 años, filmó ‘Entre el cielo y el mar’ (11 min.) en las playas de Anconcito (Santa Elena). El documental explora el día a día de los pescadores, las condiciones de trabajo y los peligros a los que se exponen a través de la historia de Mauro Martínez. “La idea era rastrear el origen de los productos del mar, adentrándonos en un pequeño puerto pesquero”, dice Marchán.
‘Minería Artesanal: Entre el oro y el recuerdo’ (15 m.), de Jennifer Núñez y Lía Salvador, recorre la vida familiar y personal de don Vitalio, un minero artesanal retirado de Zaruma.
Mientras que ‘El tren difícil’ (13 m.), dirigido por Karina Lay, recoge la decepción de una población frente a la reestructuración del ferrocarril en Alausí. Los pobladores se sienten excluidos del disfrute y eso ha afectado su postura frente al tren, explica Lay, de 23 años.
Todas las historias dan cuenta de un Ecuador diverso, vivo, ávido de ser contado.