Vicente Ayala en un rincón de la exposición de objetos de valor ancestral. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO
El gusto por las figuras precolombinas ha marcado la vida de Vicente Ayala. Ha dedicado 50 de sus 79 años a recolectar piezas arqueológicas.
Pero a este profesor de idiomas le cautivaron más las cuentas de la cultura Manteña-Huancavilca, que servían de contrapeso para con la ayuda de una vara de madera transformar la lana en hilo. También posiblemente fueron utilizadas como artículos de bisutería.
Aún recuerda que un día en la institución donde estudiaba había un grupo de profesores que se disputaban las minúsculas esferas. Ahí Ayala adquirió las primeras tres sartas de estas piezas de la cultura Manteña–Huancavilca.
Ese fue el inicio de una colección, que ahora forma parte de la Sala de Diseños Precolombinos del Complejo Cultural Fábrica Imbabura, ubicado en Antonio Ante.
El encuentro con esos artículos, a los que denomina joyas de barro, fue el inicio de una inquietud por desentrañar la técnica de los habitantes de esta cultura, que ocuparon un territorio entre la Isla Puná y Bahía de Caráquez, en el período comprendido entre 500 y 1531.
Con los años se volvió un especialista. Explica que hay cuatro clases de fusayolas: las lisas, que no tienen ningún mensaje; las geométricas a las que considera como obras de arte. También hay figuras como las de colección y las cuartas son algunas representaciones de cabezas, en que las que incluso tienen dientes.
La esfera más pequeña tiene siete milímetros. “Aquí todo es en miniatura. Es la mínima expresión en espacio”.
En la gorra, que cubre su cabello cano, hizo bordar un ser mitológico que se asemeja a un hombre, pero que tiene alas y lleva una máscara. Esa fue una de las primeras figurillas que llegó a sus manos. Sin embargo, la que más apreció la lleva plasmada: dos dragones, que le hace suponer que esta cultura tuvo contacto con las de Asia.
María Sanmartín, esposa de Ayala, le apoya en esta pasión por las piezas precolombinas. Ahora incluso sus nietas, Carolina e Isabel Terán, le ayudan a clasificar las fusayolas.
Igualmente, su compañero de colegio, Raúl Pérez, actual ministro de Cultura, determinó el sitio ideal para esta sala.