Modelos visten creaciones de Matías Hernán, en el Designer Book de septiembre del 2017. Foto: Patricio Terán, Archivo/El Comercio
Hasta el 2017, dos eventos de moda prometían convertirse en una especie de Semana de la Moda de Quito: el Designer Book y el Runway. El primero es organizado desde el 2009 por la ex Miss Ecuador María Susana Rivadeneira y ha tenido a Guayaquil como su sede principal, con ediciones en Quito, Cuenca y Viña del Mar.
Runway, por otro lado, nació en el 2015 como una iniciativa de la comunicadora de moda María Elena Ricaurte, la diseñadora y docente Marisol Romero y la bloguera de moda Cristina Maag. Aunque las expectativas eran altas, ambos eventos han sido descontinuados debido, entre otros, a que el financiamiento se convirtió en un reto después del terremoto del 2016.
“La inversión para nosotros era gigantesca y conseguir auspiciantes en esa época fue súper difícil”, dice Romero. Pero no es el único problema al que tuvo que enfrentarse mientras organizaba Runway.
La docente y coordinadora de diseño de modas de la Universidad San Francisco de Quito indica que en Ecuador hay un problema general en la industria. Asegura que los empresarios textiles no están enfocados en la producción de telas e insumos de moda, y la importación de implementos resulta muy costosa para los productores de vestimenta y diseñadores.
Entonces, las marcas se mantienen como empresas pequeñas, que trabajan principalmente en prendas bajo pedido para sus clientes y que, por lo general, no crean grandes colecciones.
Lo anterior provoca que la mayoría de marcas de diseñador ecuatoriano no estén interesadas en pagar por la participación en un desfile. La producción de una pasarela de moda para una sola marca o diseñador puede superar los USD 22 000, de acuerdo con Pietro Polít, productor de eventos de moda y director de DIS Management. En un evento para varios diseñadores, indica Polít, se pueden dividir los costos de producción, comunicación, invitados internacionales y más consideraciones.
Fernanda Salgado, diseñadora de moda quiteña, confirma que sí es verdad que las marcas quieren participar en los eventos de forma gratuita. Sin embargo, los diseñadores que han participado en algunas de las plataformas más importantes no se han visto motivados a continuar porque no llegan a su público objetivo.
“El problema de esas plataformas es que se llenan de familiares de las modelos y de bloggers, pero estos no son nuestros clientes”, asegura la diseñadora, y explica que lo ideal sería tener a compradores de cadenas internacionales o nacionales en la primera fila.
Rivadeneira cree que el problema también nace de las instituciones, que ven a las pasarelas como algo superficial y no como una industria.
Cecilia Niemes, del Ecuador Fashion Week y propietaria de los nombres Quito Fashion Week y Quito Altamoda, hace énfasis en la falta de apoyo municipal y gubernamental. Niemes dice que en Guayaquil, Salinas o Machala los procesos para hacer eventos son más ágiles y los costos son menores que en Quito.
El mejor ejemplo regional de desarrollo de la industria es Colombia, según Rivadeneira, donde se realizan dos pasarelas al año: Colombiamoda y
B-Capital. Estas son el resultado de la creación de Inexmoda hace 30 años, un instituto de investigación que está enfocado en que la industria crezca desde todos los aspectos.
Cristina Maag, bloguera de moda internacional, dice que la gran mayoría de las semanas de la moda, como la de Nueva York, Milán o París, son organizadas por consejos de moda. Pero la exposición del trabajo es solo la punta del iceberg.
“Una plataforma de moda en Quito sí es necesaria”, es la conclusión de Maag; capitales como Bogotá, Lima, Montevideo, São Paulo y La Paz sí tienen sus eventos internacionales del ramo. Sin embargo, cree que para que la propuesta no se diluya, tanto entre los auspiciantes como los asistentes, lo recomendable sería generar un espacio conjunto. Ya que el mercado ecuatoriano es pequeño, debería durar un máximo de dos días y contar con, además de las pasarelas, exposiciones y capacitaciones para la industria y el consumidor.