El difícil arte de volver al diálogo

En el 2010 ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Foto: AFP

En el 2010 ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Foto: AFP

En el 2010 ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. Foto: AFP

La noticia de su muerte, que se hizo ‘viral’, fue parte de esa vorágine que él definió como modernidad líquida y que es la marca de una sociedad que, a su criterio, tiene como característica esencial la feroz necesidad de cambios en todos los ámbitos de la vida: transformaciones estrepitosas que impiden, a toda escala, que los seres humanos reflexionen y consoliden sus hábitos o rutinas.

El 9 de enero, el fallecimiento del sociólogo polaco Zygmunt Bauman, a los 91 años de edad, fue tendencia en las redes sociales.

El espacio que él tachó como una trampa para la convivencia humana reactivó, solo por unas horas, las reflexiones que había cosechado durante los últimos años de su quehacer intelectual.

Los cuestionamientos de Bauman tuvieron un campo de acción extenso: desde las relaciones laborales y el uso del tiempo personal hasta la problemática de los refugiados en las costas europeas y la precariedad de la clase media.

Todas sus reflexiones estuvieron atravesadas por la reivindicación del diálogo entre los seres humanos y los encuentros cara a cara, como lo propuso el escritor argentino Ernesto Sábato en ‘La resistencia’, un ensayo que escribió a finales de los noventa.

En ‘Modernidad líquida’ Bauman definió varios de los conceptos que luego se convertirían en la base de sus estudios de las últimas dos décadas. Reflexiones que se publicaron en libros como ‘Vida de consumo’, ‘Amor líquido’, ‘La cultura en el mundo de la modernidad líquida’ o ‘Tiempos líquidos. Vivir en una época de incertidumbre’ que ganó el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en el 2010.

¿Cuáles son las características que definen a la modernidad líquida? Bauman lo subrayó con claridad: la precariedad de la vida y las condiciones de incertidumbre constante en las que vive la sociedad. “Las más acuciantes y persistentes preocupaciones que perturban esa vida son las que resultan del temor a que nos tomen desprevenidos, a que no podamos seguir el ritmo de unos acontecimientos que se mueven con gran rapidez, a que nos quedemos rezagados, a no percatarnos de las fechas de caducidad...”.

Bauman concluyó que para sobrevivir en la modernidad líquida los seres humanos han desarrollado ciertas habilidades: aprender a olvidar, a borrar, a dejar y a remplazar. La vida líquida convertida en un constante Control-Alt-Suprimir. Una forma de vida donde nada puede perdurar más de lo debido ya que todo es una sucesión de nuevos comienzos.

Para Bauman, una de las relaciones más frágiles de la modernidad líquida son las de pareja. En ‘Amor líquido’ sostiene que estas tienden a ser ligeras y laxas, porque el objetivo es poder deshacerse de ellas en cualquier momento.

En varias de sus últimas entrevistas enfatizó que el mundo virtual se había convertido en uno de los mecanismos más efectivos para que fluya el amor líquido. El caldo de cultivo que estaba dejando a los seres humanos sumidos en la soledad. “A diferencia de las ‘verdaderas relaciones’, las ‘relaciones virtuales’ son de fácil acceso y salida”. En este paisaje hombres y mujeres se mantienen siempre con el dedo índice cerca del botón de delete para calcular los riesgos y dosificar las angustias.

El miedo en la modernidad líquida ya no es solo ese mecanismo de defensa que permite a las personas estar alerta frente a los golpes de la vida y que han sido parte de la historia de la humanidad.

Bauman sostenía que, ahora, los miedos han adquirido un impulso propio que incitan a emprender acciones defensivas cuya finalidad es el aislamiento.

En ‘Tiempos líquidos’, el autor destina un capítulo entero para hablar sobre la incertidumbre, una palabra que usa como sinónimo de miedo. En la modernidad líquida las personas buscan que la incertidumbre sea menos desalentadora para que la ‘felicidad’ sea algo más permanente. Para combatir la incertidumbre Bauman argumenta que las personas han decidido adquirir la postura del cazador.

Cazar es una tarea que consume el tiempo por completo. Para esta actividad se necesita de mucha atención y de muchas energías, lo que no deja espacio para realizar ninguna otra actividad y menos reflexionar sobre lo vivido. La gente -dice Bauman- quiere escapar de la necesidad de pensar en su condición de infelicidad y por eso prefiere salir a ‘cazar’ cada vez de forma más compulsiva y adictiva.

La novela ‘Las Ciudades invisibles’, del escritor italiano Italo Calvino fue una herramienta de uso constante en la producción académica de Bauman. Para aclarar el tema de la incertidumbre y de cómo el ‘cazador’ evita darse tiempo para la reflexión, cita una acápite en el que Marco Polo dice lo siguiente: “El infierno de los vivos no es algo por venir; hay uno, el que ya existe aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Hay dos maneras de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de dejar de verlo. La segunda es riesgosa y exige la atención y aprendizaje continuos: buscar y saber quién y qué, en medio del infierno no es infierno, y hacer que dure, y dejarle espacio”.

El hombre de la modernidad líquida es un ser de incertidumbre y también de consumo. Las reflexiones sobre el consumismo en la modernidad líquida llevaron a Bauman a sostener que las personas se han convertido en el vendedor ambulante y en el artículo en venta. Lo que promueve esta vida de consumo ilimitado es el enaltecimiento de la novedad y la degradación de la rutina.

Si todo en el mundo es líquido, la ausencia de novedades que llamen la atención de las personas puede transformarse en un temor e incluso en una pesadilla. Estar aburridos se ha convertido en un estigma vergonzante, en una derrota que el ‘cazador’ del siglo XXI no se puede permitir.

Si el escritor y filósofo inglés Samuel Butler, sostiene que la felicidad se ha convertido en la marca de la decencia humana y el único título merecedor de respeto, Bauman añadirá que consumir ciertos objetos y vivir de cierta manera se ha vuelto requisito para ser felices.

Al igual que el miedo, el consumo siempre ha sido parte de la vida de los seres humanos. La novedad está que en la modernidad líquida hay una insaciabilidad consumista, una tendencia al consumismo instantáneo. Lo atroz de esta situación -reflexiona- es que el mundo líquido ha puesto en jaque a la democracia.

Uno de los últimos problemas que abordó fue el de los refugiados. Ese espejo donde el miedo, la incertidumbre y las consecuencias del consumismo se reúnen en un solo cuerpo. Las relaciones humanas -sentenció- tienen que dejar de ser ese juego de conectarse y desconectarse. Tienen que dejar de ser un simulacro.

​2005
Amor Líquido 

En este libro reflexiona sobre cómo se construyen las relaciones de pareja en la modernidad líquida. Una de sus críticas se enfoca en el trabajo de los consejeros sentimentales.
1999
Modernidad Líquida 

Es una de las obras más importantes de este autor. En este libro explica cómo la sociedad contemporánea pasó de una modernidad sólida a una modernidad líquida.

Suplementos digitales