Los autores Martha Nussbaum y Saul Levmore, durante uno de sus diálogos en torno a la vejez en Estados Unidos. Foto: Universidad de Chicago
Si se tuviera que encontrar un punto en común que defina a las generaciones más jóvenes del presente siglo, este sería el placer. Los medios de comunicación y las redes sociales constantemente nos bombardean con propagandas sobre el glamour de viajar, de encontrar un amor, de estar a la moda o, simplemente, de desconectarse de todo.
Pero muchos de esos placeres no suelen relacionarse con las personas de más edad, y no porque ellos no los puedan vivir o costear, sino porque a los adultos mayores solamente se los relaciona con el descanso y el apartamiento de una vida social activa.
Esta es la crítica que hacen Martha Nussbaum y Saul Levmore en ‘Envejecer con sentido’, un libro que, más allá de constituir una lectura sobre la visión de una filósofa y un experto en derecho sobre esta etapa de la vida, es una invitación constante a reflexionar sobre qué entendemos como vejez y cómo los prejuicios sobre esta han reducido nuestro entendimiento hacia los adultos mayores.
Este último término es el punto de partida de esta crítica. ¿Quiénes son los viejos? Esta es la primera interrogante que se plantea al lector; una pregunta que no debe contestarse únicamente a partir de arquetipos sociales como la división de grupos etarios, porque las personas con más años pueden tener un carácter jovial o un estado físico envidiable (que ni siquiera tienen los jóvenes). Así, los autores critican el generalismo descriptivo, en el que “el estigma y la discriminación tienen muchas probabilidades de distorsionar el juicio”.
El generalismo descriptivo también puede ser un problema cuando se decide arbitrariamente quién es joven y quién es viejo. Esta situación es más evidente en sociedades como la estadounidense, de la cual Levmore resalta su afición por la cirugía plástica.
Antes de plantear la cuestión sobre el rejuvenecimiento con bisturí, él escribe: “Si estamos condicionados para considerar adorables a los bebés, y para que los jóvenes postadolescentes y veinteañeros nos parezcan atractivos, ¿qué deberíamos pensar de quienes tienen arrugas, calvicie y otros signos de edad? (…) Sabemos que hay sociedades que veneran la edad avanzada, pero la nuestra tiene una fuerte preferencia por la juventud”. A partir de esta reflexión, Levmore analiza que en la actualidad hay un problema de la autopresentación que se ha asentado por la aparición de las redes sociales, los sitios de citas y la falsa necesidad de verse jóvenes para mimetizarse con el entorno y no ser estigmatizados como seres en camino a la obsolescencia. Sin embargo, estos excesos en los quirófanos pueden hacer que se pierda la belleza de la sabiduría que sobreviene con el cabello cano.
Otro punto en el que hacen énfasis los académicos es en la amistad. Y en este punto, tienen dos visiones que permiten analizar posturas contrarias sobre esto. Ellos toman como punto de partida el libro ‘De la vejez’, de Cicerón, para entablar un diálogo que permita entender esta realidad.
En este punto, Nussbaum tiene una visión más romántica, y llega a poner a la amistad como “extraordinariamente importante” ya que su ausencia “es una gran fuente de depresión al final de la vida”. De esta forma, enfatiza en que se debe cultivar a los amigos como un apoyo para enfrentar los vendavales que sobrevienen con la pérdida de los seres queridos o la soledad, entre otros. Levmore critica esa visión instrumentalista, ya que los amigos no son una exclusiva compañía sino, además, “una fuente importante de consejos”; gente que ayuda a “vigilar el bienestar y la calidad de vida” de uno y otro.
La vejez debe dejar de causar temor. Debe ser vista sin prejuicios y temores, para vernos al espejo y aceptarnos cada día de nuestra vida.