Los diablos de lata están listos para festejar al Rey de Reyes

Grupos integrados por decenas de diablos desfilan cada año en el Pase de del Niño Rey de Reyes. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Grupos integrados por decenas de diablos desfilan cada año en el Pase de del Niño Rey de Reyes. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Grupos integrados por decenas de diablos desfilan cada año en el Pase de del Niño Rey de Reyes. Foto: Archivo/ EL COMERCIO.

Una careta metálica roja que representa al diablo es el objeto más característico del disfraz de uno de los personajes tradicionales del pase del Niño de Riobamba, el Diablo de Lata. Este personaje es uno de los predilectos de los fieles que buscan la protección del Niño Rey de Reyes con sus bailes y jochas.

Los diablos bailan al ritmo de la antigua tonada María Manuela, sus pasos son elegantes y muy coordinados. Al caminar agitan un sonajero que suena para invitar a la gente a mirar los pases del niño.

Este personaje surgió en el barrio Santa Rosa, donde eran comunes los talleres de hojalatería. Los artesanos fabricaban lámparas, utensilios de cocina y otros accesorios para el hogar antes de que proliferara la industria del plástico.

Hace unos 70 años los hojalateros trataron de imitar las caretas de cuero que fabricaban los indígenas de Cacha, una parroquia de Riobamba, para bailar en las fiestas. Y así fue como surgió la careta de lata que dio vida al personaje.

Su rol en la fiesta es custodiar la imagen del Niño y acompañar a los priostes desde su casa hasta la iglesia donde se celebra la eucaristía, y luego de regreso. En Riobamba hay varias agrupaciones que representan a este personaje.

“Los diablos de lata siempre bailamos al inicio y al final de un pase del Niño porque simboliza que lo estamos custodiando”, explica Arcángel Valdiviezo, un fabricante de accesorios para los personajes.

Él pertenece a la cuarta generación de su familia que se dedica a la hojalatería y es un bailarín infaltable en la fiesta del Rey de Reyes. Cada año baila en compañía de su familia.

Él explica que en diferentes fiestas de la cultura andina hay representaciones del diablo, debido a la simbiosis cultural que surgió en la región cuando los colonos españoles trajeron consigo la religión. “Para la cosmovisión indígena, el diablo es una representación de la dualidad entre el bien y el mal, lo positivo y lo negativo”.

La razón por la que el diablo aparece en esta fiesta religiosa, según él, está relacionada con la coincidencia de la celebración occidental del nacimiento de Jesucristo con el Kapak Raymi, una celebración andina que festeja el nacimiento de las plantas en las chacras, las nuevas energías, las vidas de los niños y el último solsticio del año.

Esas creencias se fusionaron con la celebración de la Navidad y varios personajes que se consideran sagrados en la cosmovisión andina se sumaron al pase del Niño, como los lobos, los danzantes, los curiquingues y Sacha Runas.

Los diablos son el personaje más escogido por los fieles para bailar en los pases del Niño. Hay grupos de hasta 150 integrantes, como Los Diablitos de Santa Rosa. Ellos pertenecen a la segunda y tercera generación que participa en la fiesta del Rey de Reyes.

“El barrio se une cada año. Hemos visto cómo se incrementa el número de diablos cada año porque se suman los niños que ya están en edad de bailar. Confiamos en que esta tradición continuará porque a ellos les inculcamos el amor por este personaje y la devoción por el Niño”, dice Mario Montero, un bailarín.

Él también explica que quien escoge bailar como diablo debe hacer un compromiso de continuar bailando por al menos siete años. La creencia popular dice que si un bailarín incumple el compromiso, el mismo diablo se llevará su alma.

Los principiantes, quienes bailan como diablos por primera vez, deben llevar en una mano un cepillo de zapatos y en la otra el tradicional sonajero. “Representa el respeto que tienen por los diablos viejos o de mayor jerarquía”, explica Valdiviezo.

Los siguientes tres años los diablos deben bailar con una caja de fósforos, un cigarrillo y una botella de licor, respectivamente. El quinto año de baile es especial: los diablos llevan una figura de un diablo en miniatura, que representa que heredarán la tradición del personaje a un sucesor.

El sexto año llevan un silbato o la figura de un diablo llorando, que simboliza la tristeza por estar cerca de concluir el compromiso de bailar. Y el último año el diablo se viste con su traje más elegante y lleva consigo un farol sujeto en un carrizo largo, y en el interior una paloma con una camareta.

“Al finalizar la misa la mecha de la camareta se enciende y el farol, que se hace con papel, se revienta. Si la paloma vuela el diablo queda liberado de su compromiso, y si no, debe bailar otros siete años más”, dice Martín Veloz, otro bailarín.

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