Las comunas tsáchilas son visitadas por turistas de Europa, Estados Unidos, Canadá y de Latinoamérica. Foto: Juan Carlos Pérez/EL COMERCIO
La naturaleza y la ritualidad atraen a los turistas nacionales y extranjeros hacia las comunas tsáchilas. Hasta el año anterior, unos 30 grupos, de entre 10 y 20 personas, visitaban a la nacionalidad en el segundo semestre del año.
Este año, el turismo disminuyó por el terremoto del 16 de abril. Según la Gobernación Tsáchila, desde agosto empezaron a llegar nuevamente turistas. Se estima que entre agosto y diciembre lleguen unos 15 grupos.
Alejandro Aguavil, del centro comunitario Masara Mu’du, asegura que este año solo reservaron dos de los cuatro grupos que acostumbran a venir cada año. “Para el próximo año tenemos más cotizaciones extranjeras”.
En esta aldea se ofrecen rituales y recorridos en el bosque. Además los visitantes intercambian historias con los tsáchilas. “Nosotros les mostramos nuestra cultura y ellos nos enseñan su idioma”.
En la comuna Chigüilpe, en cambio, el centro comunitario y turístico Seke Sonachun se ha enfocado en el agroturismo. Ellos trabajan desde hace seis años con voluntarios de Europa y América Latina.
Ladoyska Romero ha visitado en dos ocasiones esta comuna. Ella es de Perú, pero ha viajado por Latinoamérica para conocer las nacionalidades indígenas. “Todas tienen su encanto. Pero la hospitalidad de los tsáchilas es inigualable. Además, ellos aún conservan el misticismo en los rituales”.
Romero señala que hace un año fue la primera vez que visitó a los tsáchilas en Seke Sonachum. Ella tenía previsto quedarse por dos semanas, pero duró un mes. “Esta tierra nos hace sentirnos como en casa. Las personas son sinceras”.
Budy Calazacón, líder del centro turístico, asegura que los extranjeros que vienen al país buscan espacios naturales y alejados de la ciudad. “Han regresado porque nosotros no les mostramos un circo con bailes y atuendos típicos. Les mostramos quiénes somos en realidad. Eso incluye nuestra cultura, pero también las problemáticas”.
Calazacón opina que con los turistas extranjeros se debe optar por el turismo comunitario y el agroturismo. En Seke Sonachum, los visitantes trabajan con varios proyectos. Uno de esos es cultivar la tierra y las plantas medicinales como la ayahuasca.
Además, diseñan pequeños jardines con plantas coloridas de la zona. También trabajan en la construcción de aulas o chozas en las escuelas tsáchilas o el museo etnográfico. Lo hacen con materiales del medio.
El francés Clément Baudouin llegó a la comunidad esta semana. Él se ha encargado de colaborar con el mantenimiento de los jardines. El pasado miércoles 14 de septiembre también prepararon ayahuasca e hicieron rituales como pintarse el cabello con achiote y el cuerpo con pigmento especial del fruto silvestre llamado malí.
En Seke Sonachum se hospedan desde esta semana 10 extranjeros de Perú, Francia, Alemania, entre otros. Cuando un turista llega se realiza un ritual y se enseñan las costumbres y tradiciones. También se prepara la comida típica como el maito (pescado al vapor en hojas de plátano) y mayones (gusanos asados).
Durante la estadía, los extranjeros pueden prepararse sus alimentos. “La cocina es comunitaria y por lo general se hacen intercambios de comidas típicas de cada país”. Además visitan cascadas y recorren los bosques sagrados de la nacionalidad.
En el centro cultural Tolón Pelé, los tsáchilas se hospedan en cabañas y se realizan rituales con guías espirituales. En el año, unos 40 extranjeros visitan este emprendimiento. “El turismo extranjero bajó por el terremoto, pero recibimos el apoyo de los turistas de la Sierra, que estaban en vacaciones escolares”.