Cuatro lagunas conforman el complejo lacustre de Mojanda. Foto: Archivo / Paúl Rivas / EL COMERCIO
Llevar a pastar al ganado en el páramo, quemar residuos agrícolas o encender fuego para atraer las lluvias eran prácticas comunes para las poblaciones kichwas kayambis de Pedro Moncayo. Pero hoy, sus descendientes quieren cambiar esas costumbres y cuidar lo que queda de su entorno.
Bajo esa premisa se creó un grupo de 24 urku kamas (cuidadores del bosque, en español) conformado por indígenas kayambis y sus herederos mestizos. La iniciativa surgió de la Organización Tupigachi Kunapak Katun Tantanakuy (Turujta), que vela por el cuidado de las cuatro lagunas de Mojanda, consideradas las únicas fuentes de agua pura de ocho comunidades de este cantón del norte de Pichincha.
Guardabosques como Santiago Jaramillo, de la parroquia Tabacundo, tienen a su cargo el cuidado de 35 000 hectáreas que albergan a lagunas, pajonales, tigrillos, lobos, águilas y cientos de especies de páramo. Allí vigilan que los comuneros que viven cerca y los visitantes no alteren este ecosistema con fogatas, ganado o con actividades turísticas y recreativas.
“Aquí no solo se pierde el estrés. Hay gran conexión con la naturaleza, porque inspira una paz que no hay en la ciudad”. En verano, agrega, el cielo permite ver atardeceres únicos e incluso estrellas fugaces.
Junto a Jaramillo, otro urku kama cumple su turno de vigilancia del páramo durante tres días. Pasado ese tiempo, otro equipo le toma la posta, por lo que el páramo de Mojanda nunca se queda sin su protección. Su trabajo como cuidadores de este hábitat ha logrado, entre otras cosas, la recuperación de un suelo que registraba una erosión continua y de algunas fuentes hídricas al borde de la extinción.
Precisamente, este es uno de los principales orgullos de los urku kamas. Gracias a su labor, han logrado recuperar en casi 2 kilómetros la extensión de la laguna de Chiriacu (aguas frías, en español). Según Aurelio Jaramillo, dirigente de los urku kamas, este reservorio se he regenerado en un 95%.
Otra de sus preocupaciones es el desgaste del suelo del cerro Fuya Fuya, una de las elevaciones que rodean a la laguna grande, llamada Caricocha. Hasta allá suben frecuentemente visitantes para hacer senderismo. Una tarea que, según los guardabosques, aún no tiene ningún control.
El área de cuidado comprende también las cabañas para turistas que están frente a la laguna principal. Ese espacio está específicamente asignado para el turismo y cuenta con zonas para acampar.
La iniciativa de formar un grupo de cuidadores de los colchones de agua de Pedro Moncayo surgió hace cinco años. Al inicio fue difícil acercarse a las comunidades, pero después “todos se comprometieron a ayudar”, asegura Diego Caiza, vicepresidente de la organización Turujta.
“Antes había ganado en el páramo y las fuentes de agua estaban secándose porque la población estaba creciendo. Ahora, las mismas comunidades son los guardianas y evitan la deforestación”.
En todo este proceso, que empezó con jornadas de capacitación, están involucradas ocho comunidades: Chaupiloma, San Juan Loma, Santa Mónica, Cajas, Florencia, San Pablito de Agualongo, Lomagorda y Ñañoloma.
Cada equipo de urku kamas cuenta con el apoyo de personal policial y de bomberos para emergencias o incendios forestales. Pero las plegarias, a Dios o a la naturaleza, también los ayudan. “Un día que empezó a incendiarse el bosque de Otavalo, que es inaccesible, solo pedí que lloviese… y así pasó, el fuego se detuvo”, recuerda Santiago Jaramillo.
Ahora, los urku kamas y Turujta esperan continuar su trabajo con el apoyo de autoridades locales y nacionales. También quieren especializarse en botánica y rescate. “Mi gran motivación para este trabajo es que algún día mis hijos y nietos dirán que yo hice algo para tener agua”, dice Aurelio.
Vigilarque los turistas no causen daños a este entorno es la tarea de los guardabosques.
La temperatura en el área de las lagunas puede descender a menos de 0° C. 33 172 habitantes hay en Pedro Moncayo, que se benefician de estas fuentes.
Habitantes kayambis y sus descendientes participan en el cuidado de este páramo