En Ecuador esta nueva tendencia todavía no es explorada, aunque ya hay proyectos que la quieren desarrollar. Foto: Wikicommons.
¿Quién no ha soñado con tener el poder del vuelo? Uno de los grandes anhelos humanos que ha procreado desde aeronaves, satélites espaciales, hasta poderosos relatos infantiles, ahora toma cuerpo en la danza vertical.
Esta nueva corriente de la danza ya tiene más de cinco años tomándose espacios públicos de países como Estados Unidos, México, Argentina o España. Con la ayuda de las técnicas de escalada y danza contemporánea más la fusión de artes circenses como la acrobacia y el desarrollo interpretativo teatral, la danza vertical es la más reciente forma de experimentación con el movimiento artístico corporal.
A finales de diciembre pasado se presentó en Quito el proyecto piloto de danza vertical ‘A Rapel’, en una de las paredes del Parque Cumandá (Centro Histórico). La bailarina Sara Acosta, gestora del proyecto, junto a la bailarina Cristina Baquerizo y la aficionada a la escalada Melissa Gulardet fueron quienes, armadas con arneses, cuerdas y mosquetones, bailaron desafiando la gravedad.
Según Acosta, esas primeras presentaciones cuentan como el inicio de un proyecto que se consolidará a lo largo de este año. Y pese a que las primeras evaluaciones del equipo de ‘A Rapel’ hayan sido positivas respecto a su estreno en la pared, ellas esperan la maduración de las líneas conceptuales de su puesta en escena.
Lo que está claro en cualquier propuesta ejecutada es la apropiación del espacio público, pues sin las fachadas o las superficies de edificios, iglesias o puentes no es posible la realización de esta danza que desafía las leyes de atracción al centro de la Tierra.
A diferencia de la danza aérea, la danza vertical no se desarrolla con el soporte artístico de telas, aunque algunas fuentes aseguren que esta última es una vertiente de la danza aérea.
El entrenamiento adecuado para el manejo de la fuerza corporal se basa en un gran trabajo abdominal, mientras que el aporte experimental lo suman elementos como la proyección de videos o juegos de luces que exaltan los movimientos de los bailarines sobre las superficies.
Según Acosta, quien también es gestora cultural, después de las primeras presentaciones de ‘A Rapel’ algunas personas del medio escénico se han acercado a preguntar sobre talleres de danza vertical. Por el momento, ellas pulen su proyecto, que será mostrado este 2015 con incorporaciones distintas a las presentaciones piloto.
Acosta llegó a esta nueva tendencia al experimentar cierto agotamiento de lo planteado en la escena local. Los videos de las intervenciones públicas de las compañías internacionales Bandaloop (Estados Unidos) o Delreves (España) motivaron en esta joven bailarina a experimentar con nuevas técnicas.
Por ejemplo, los giros y la suspensión en el aire pueden durar más que en la danza sobre el suelo. Cuenta Acosta que para ello se debe partir de la regla básica de la danza vertical: no tener miedo, pues la vida del bailarín “pende de un equipo”.
Al ver dichos videos es fácil remitirse a las películas asiáticas en la que en una batalla campal los guerreros, a modo de baile sincronizado, luchan entre copas de árboles sosteniéndose apenas, desafiando a la gravedad.