La semana pasada se realizó un baile tradicional en la comunidad amazónica. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO
El sonido de los tambores hechos con madera y pieles de animales marca el inicio de las fiestas y acontecimientos importantes en Sarayaku. Esa comunidad indígena está situada en la selva amazónica, a tres horas de viaje en canoa desde Puerto Canelos, en Puyo.
Los tambores también acompañan el baile de las mujeres de la comunidad. Ellas pintan figuras en su cara con tinta de wituk, dejan su cabello suelto y llevan cestas con flores recogidas en la selva, para distinguirse de entre los demás asistentes.
Ellas mueven su cabello largo de un lado a otro, al compás de los saltos de sus pies. Esos movimientos son una forma simbólica de atraer a los espectadores, especialmente a los jóvenes solteros, para que aprecien su físico y las elijan como posibles esposas.
“Aprendemos a bailar desde pequeñas, mirando a nuestras madres y hermanas. Para las fiestas de la Pacha Mama nos preparamos con mucha anticipación, es un acontecimiento especial porque todos nos reunimos en la plaza central”, cuenta Zulma Gualinga.
Ella es hábil para preparar los adornos florales que se colocan en las cestas que llevan todas las mujeres durante los eventos importantes. En los recipientes, las mujeres recogen una variedad de plantas llamativas como la rayusisa, la marpanga y orquídeas de todos los colores y formas.
Las flores se combinan con hojas, cogollos de coco y fibras de wayuri tejidas, para crear adornos vistosos. “Este es el único accesorio adicional a nuestra ropa que llevamos las mujeres”, dice Gualinga.
La pintura en el rostro y extremidades, que se hace con wituk, una tinta preparada con el extracto del fruto de un árbol amazónico, también es parte de la preparación previa a una festividad y reemplaza al maquillaje que utilizan las mujeres de la cultura occidental.
Ellas dibujan complejos diseños que representan serpientes y otros animales silvestres y propios de la zona. Además, marcan las líneas de sus labios y ojos. La tintura también se utiliza para teñir el cabello e intensificar el tono negro natural que tienen casi todas las mujeres.
Tinturarse con wituk es una costumbre relacionada con una leyenda. Los más ancianos cuentan que dos mujeres jóvenes y muy bellas recorrían los bosques en busca de novios. Al no encontrarlos, acudieron al gran espíritu de la selva Arutam, para pedirle que las convirtiera en plantas útiles para los cazadores y la gente.
“El gran Arutam tuvo lástima de ellas y decidió que la de cabellera roja se convertiría en achiote y la de cabello negro en un árbol de wituk”, dice Eriberto Gualinga, kuraka de Sarayaku.
Los varones también utilizan el wituk para pintar su rostro, manos y pecho. A diferencia de las mujeres, ellos llevan accesorios hechos con huesos de pescado y semillas nativas. Ellos pintan sus caras para hacerlos lucir más aguerridos y varoniles.
Los hombres jóvenes y adultos también participan en los bailes de la comunidad. Ellos danzan con sus lanzas de chonta en las manos, y lo hacen en círculos. Con cada movimiento que realizan intentan demostrar su fuerza y su resistencia física.
Los bailes se realizan en Sarayaku cuando la comunidad o las familias buscan hermanarse con otras. Los hombres forman dos columnas y se ubican frente a frente, pues el baile simula una especie de diálogo.
También bailan para festejar a la Pacha Mama, durante la fiesta de la Uyantza. Esa celebración dura siete días y se realiza cada dos años, para permitir que los animales que se cazan para el festejo se reproduzcan y se regenere la flora selvática.