Damián Alcázar imparte un taller de actuación en Cuenca.
Cuenta el cineasta ecuatoriano Sebastián Cordero que el actor mexicano Damián Alcázar se metió tanto en el personaje de asesino serial de niños en su película, ‘Crónicas’ (2004), que desaparecía del hotel y salía a deambular por las calles de Guayaquil. Empezó a recoger de la basura viejas muñecas, cuadernos o zapatos de niños que luego fueron parte de la utilería de Vinicio, su personaje en el filme, conocido como el ‘Monstruo de Babahoyo’.
“Me gusta lo que conseguí con la dirección de Sebastián, justamente porque me entregué de manera total, las 24 horas al día estaba girando alrededor de este personaje tan complicado”, dice el actor en una entrevista con EL COMERCIO. “Vinicio era un hombre que justamente deambulaba por las calles buscando a sus víctimas, entonces era importante conocer los barrios, mezclarse entre la gente para intentar encontrar a este infame y terrible ser humano”.
Alcázar es uno de los invitados del VII Festival de Cine La Orquídea de Cuenca, donde transmite su mística profesional en un taller y presentó la película peruana ‘Magallanes’ (2014), que coprotagoniza con Magaly Solier. Se trata de la primera película que dirige el actor peruano Salvador del Solar, basada en la novela ‘La pasajera’ de Alonso Cueto, que entrecruza el suspenso del género policial con un drama tan cautivante como desgarrador sobre las heridas abiertas de la guerra contra el grupo guerrillero Sendero Luminoso.
Otra vez el método consistió en “trabajar desde la convivencia”, pues mezclarse con la gente es crucial cuando encarna a personajes de una nacionalidad distinta a la suya.
“Interpreto a un taxista peruano y por supuesto que para encontrarlo tenía que caminar entre los limeños, conocer el centro, los suburbios por donde se mueven los personajes. Tenía que caminar, ver, comer lo que ellos, escuchar su acento y adquirir su forma de hablar, porque no se trata de imitarlo, adquirirlo para que sea real, vivo y creíble”.
‘Magallanes’ es una película sobre la reconciliación, dice Alcázar. Como “el olvido es el único perdón y la única venganza” -según Jorge Luis Borges-, a eso parece atenerse la protagonista del filme, que encierra una lección de dignidad en medio de la corrupción.
Alcázar destaca el talento cinematográfico de Latinoamérica, que desconoce de nacionalidades -dice-, pero lamenta las limitaciones de exhibición regional de estas películas. “Estoy seguro que los ecuatorianos, como los mexicanos, conocen muy poco de su propio cine. No conocemos las películas de los países de nuestra propia región. Eso limita nuestro cine que podría llegar a un mercado más grande, el latinoamericano”.
Se trata de un problema de exhibición, explica. “Si los distribuidores no tienen en dónde presentar el cine ecuatoriano o latinoamericano pues no van a poder distribuir sus películas”. Las salas alternativas al cine comercial deberían contar con incentivos estatales, sostiene Alcázar, quien ha participado en 60 películas, incluido Hollywood (‘Las crónicas de Narnia’).
“Deberíamos tener la posibilidad de conocer y disfrutar de nuestro cine, que podamos contar nuestras historias. La industria local languidece sin posibilidades de autofinanciarse y se deja de generar trabajo para nuestra gente”.