Cuando no es la megalomanía la que nos eleva, es la misantropía la que nos aisla; para hallarse en el mundo sin partirse por las dos tensiones, vale volver a la poesía de Wislawa Szymborska, escritora polaca, premio Nobel de Literatura 1996, fallecida el martes pasado.
Vale leerla a pesar de la sabida pérdida que conlleva la traducción de su poesía. Su escritura parte de la emoción producida por algo concreto y se abre a las reflexiones, en busca de entender al ser humano y su finitud ante el espacio, el tiempo y las ideas.
Llegó a ese punto tras sus primeras publicaciones alineadas con el realismo socialista. Los tiempos le exigieron su afiliación al Partido Obrero Unificado, del cual se fue distanciando hasta asumir una postura crítica. Se comprende que la política también se hace desde la disidencia.
Su literatura también pasó hacia otras contemplaciones. El hombre ante la grandeza y los designios de la naturaleza es su mayor interrogante, y ante tamaña incertidumbre permanece la sensatez. Acaso, por comprender eso, Wislawa se fue de este mundo “tranquilamente y en sueños”.
Nada sucede dos veces
Nada sucede dos veces
ni va a suceder, por eso
sin experiencia nacemos,
sin rutina moriremos.
En esta escuela del mundo
ni siendo malos alumnos
repetiremos un año,
un invierno, un verano.
No es el mismo ningún día,
no hay dos noches parecidas…
igual mirada en los ojos,
dos besos que se repitan. (fragmento)