La suntuosa residencia de cacería de la familia real italiana, construida entre el siglo XVII y el XIX por la dinastía de Saboya como emblema de poder, a pocos kilómetros de Turín, al norte de Italia, es ejemplo de museo moderno e interdisciplinario, gracias a sus exposiciones, jardines minimalistas y huertos biológicos y una administración rentable.
“Hoy en día podemos decir con orgullo que funciona. Es un modelo exportable. Logramos el equilibrio económico”, sostiene Alberto Vanelli, director de “Venaria Reale”, el inmenso palacio que rivalizó en su época con la Versalles de París, por sus vastas salas, galerías y fiestas mundanas.
El edificio, residencia de los Saboya hasta 1815, que ocupa 80 000 metros cuadrados, y que cuenta con una capilla barroca y una caballeriza de 5 000 metros, fue abandonado durante el último medio siglo, carcomido por el bosque, los animales y las enredaderas, y destrozado cuando fue sede, tras la Segunda Guerra Mundial, de un batallón de castigo del ejército italiano.
“Era un lugar horrible”, cuenta el periodista Maurizio Matteuzzi, quien no olvida las noches gélidas con temperaturas bajo cero cuando prestaba servicio militar allí en los años 70.
Declarado en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, fue completamente recuperado y remodelado en ocho años gracias a los aportes de la Unión Europea (200 millones de euros) y de la región Piamonte, y entregado restaurado en el 2007.
“La clave es la transparencia combinada con capacidad empresarial”, sostiene Vanelli, quien logró que la Venaria sea hoy en día el quinto monumento más frecuentado de Italia, con un promedio de 900 000 visitantes al año y un inusual equilibrio económico.
“Mantener la Venaria cuesta unos 14 millones de euros, la mitad proviene de fondos privados, la otra mitad la tenemos que producir nosotros: unos siete millones de euros llegan de la recaudación por entradas y servicios al público”, resume al explicar la efervescencia de propuestas para aprovechar un espacio único.
“Apostamos a lo contemporáneo. Somos la corte del siglo XXI ” , dice Vanelli, quien abrió espacios para conciertos, teatro, exposiciones, concursos gastronómicos, matrimonios, desfiles de moda, una escuela de restauración para 200 alumnos y hasta un huerto que en breve comercializará sus frutas y verduras biológicas.
La clave del éxito son los servicios que ofrece, con inclusive la preparación de cenas según los principios del “ slow food”, la comida de calidad autóctona.
Símbolo de esa nueva mentalidad, es el Jardín de las Esculturas Fluidas, ideado por el renombrado artista plástico italiano, Giuseppe Penone.
Sede de los solemnes festejos por los 150 años de la unificación de Italia, la Venaria organizó este año una importante exposición con más de 350 obras maestras de conocidos artistas italianos (Donatello, Giotto, Tiziano y Caravaggio), un viaje desde la antigüedad hasta la creación de Italia en 1861.
Si bien ha abierto sus puertas a personalidades y estrellas del espectáculo como Madonna para videos o conciertos, la joya del barroco italiano no se detiene y prepara una muestra dedicada a uno de los mayores genios de la historia: Leonardo Da Vinci.