El nombre del maestro Luis Verdugo no es ajeno a nadie que sepa de música, pero sobre todo de pianos. Este experto internacional en construcción y reparación de pianos, con 50 años vinculado a este trabajo, habló con Ecuadoradio, de Grupo EL COMERCIO, y la entrevista será transmitida esta noche en Radio Platinum (90.9, en Quito) a las 19:00 y habrá un reprise mañana, a las 08:00 en Radio Quito (760 AM) y Platinum.
Durante la entrevista, Verdugo confiesa que es un músico frustrado y cuenta anécdotas como la de los funcionarios de Yamaha que vinieron a Quito a conocerlo.
¿Cómo empezó este oficio?
Empecé a los nueve años en el banco de trabajo de un gran hombre que fue mi padre, en Cuenca. Es una verdadera alegría en mi vida haber aportado al campo de la cultura, que es tan importante porque este país tiene potencialidades en ese campo, pero el Ecuador no las conoce ni aprovecha.
Luego de observar a su padre, ¿cómo empieza su tarea?
Coincide en esa época que estalla la II Guerra Mundial y en Cuenca hay una influencia bastante grande de la música jazz. A Cuenca había llegado, escapándose de los hornos de Hitler, un hombre que con cinco jóvenes formó un quinteto para abrir un salón que se llamaba El Toledo. Aquí se contagió esta música.
Se suele decir que los ebanistas, los luthiers, son músicos frustrados…
En el caso mío sí es así, soy un músico frustrado. Vine a Quito y me fui a hablar en el Conservatorio para que, por favor, me permitan beneficiarme de una formación académica en el campo del piano. Fui allá y no me aceptaron ni de oyente.
¿Había un prejuicio?
Sí, porque era chagra.
¿Fue a estudiar a Francia?
No. Le dije a mi papá que mi misión era estar a su lado, formándome en el campo de su trabajo. De pianista no, porque aquí no iba a poder vivir de eso, en cambio con su trabajo sí iba a poder vivir; no para volverme un hombre millonario sino para poder disfrutar de mi país. Nunca más volví a estar con esos pensamientos de ser pianista, sino directamente me enfoqué en mi actividad en el campo de reparar pianos.
¿Tuvo experiencias internacionales?
Un día Belisario Peña me visitó y me dijo que de París había traído un piano y me pidió que le dé su diagnóstico. Le indiqué los problemas que tenía el piano y me dijo que cómo sabía y le expresé“porque lo siento”. Me señaló que el mismo diagnóstico le dieron en París, pero para eso tuvieron que desarmar el piano. Reparado el piano, se lo fui a dejar, no habíamos hablado de precio ni nada, y cuando me preguntó“¿cuánto le debo?”, le respondí que había sido un honor servirle. “Usted no me debe nada porque con eso yo estoy pagado, tome mis manos, cuente con mi amistad”; y me dijo “¿cómo se puede imaginar una cosa de estas?”. “No señor”, le manifesté, “hay cosas más importantes que el dinero, para mí eso es su amistad”.
¿Cómo desarrolla los mecanismos de los pianos?
Lastimosamente aquí nunca estos instrumentos estuvieron en manos capacitadas.
¿Qué tiene que pedirle un piano ecuatoriano a uno extranjero?
Nada. Al punto que una vez me vinieron a ver japoneses de Yamaha. ¿Para qué? No es que me vienen a ver cuán joven o cuán viejo soy, no. Es porque ya he llegado a saber la razón de porqué los pianos ecuatorianos tienen tanta generosidad para soportar las enormes tensiones con el uso de nuestras maderas. Un piano ecuatoriano no le pide favor a ningún otro en el mundo. Un diplomático había tenido un piano que trajo de Alemania para que yo le haga uno nuevo. Llevamos también un piano ecuatoriano a la inauguración de la Casa de la Música y cuando lo escuchó, el técnico dio un grito y dijo: “fantástico piano”.