De la representación ecuatoriana en la Bienal de Cuenca se pueden decir varias cosas, como que fue un acierto haber recuperado la figura de Mauricio Bueno (quien está, pero no como participante sino en calidad de homenajeado). Sin embargo, lo que no se puede dejar de decir es que las obras de Saskia Calderón, Adrián Balseca y Manuela Ribadeneira están mostrándonos un nuevo arte ecuatoriano; listo para estar en las grandes ligas.
Calderón gana el primer premio del certamen con un concepto tan poderoso como duro y difícil de digerir, en el que aborda “las negociaciones de la cultura occidental con la autóctona” de la selva. Y no lo hace desde el populismo, porque el tema esté ‘de moda’; Calderón tiene años de trabajo sostenido en esta línea.
Y lo que Balseca ha llevado a la Bienal con sus instalaciones/video-arte ‘Fundiciones’ y ‘Medio camino’ es impecable, tanto en su factura como en su concepto. En ambos casos este joven artista (nació en 1989) demuestra oficio, ganas e imaginación, pues logra ponerle poesía y humor a dos piezas que resultan inolvidables.
Con mucho más recorrido, nacional e internacional, Ribadeneira en ‘El arte de navegar: Objetos de duda y certeza’ da clases (no premeditadas) de cómo un buen concepto se consolida cuando hay trabajo y criterio estético detrás.