En el segundo párrafo de El Antropófago, uno de los mayores cuentos de Pablo Palacio, se lee: “Todos lo conocen. Las gentes caen allí como llovidas por ver al antropófago. Dicen que en estos tiempos es un fenómeno. Le tienen recelo. Van de tres en tres, por lo menos, armados de cuchillas, y cuando divisan su cabeza grande se quedan temblando, estremeciéndose al sentir el imaginario mordisco que les hace poner carne de gallina. Después le van teniendo confianza…”.
A Antropófago, editorial que toma su nombre del relato palaciano, aún no lo conocen todos ni le llueve la gente, pero está en eso. A Antropófago, que estos días aún le apuesta al libro, bien se le podría considerar un fenómeno y habrá quien le tenga recelo. Y ahora, hasta el sello de Antropófago han venido de tres en tres; tres autores a la vez, ni armados, ni tembleques, solo con propuestas para que el lector les eche el mordisco, con confianza…
Los publicados son: Esteban Mayorga, quiteño del 77 y residente en Boston, con los 13 cuentos de ‘Musculosamente’; César Chávez, bibliotecario tulcaneño, leva del 70, con ‘Herir la perfección’, prosas con valor poético; y Javier Cevallos, poeta y teatrero (Quito, 1976), con dos comedias, en el primer ejemplar que Antropófago le dedica a la dramaturgia: ‘¡Repúbica! / Danzante’.
Los tres títulos se presentaron en la Feria Internacional de Libro de Quito. Y hoy, proponemos aproximaciones hacia ellos.
Siguiendo en la onda de Palacio: Medite Ud. en la figura que haría si el Antropófago se almorzara su nariz: aspecto de calavera, pero ciertamente metido en la lectura de alguno de estos libros.
Javier Cevallos P. ‘¡Repúbica! / Danzante’
Una farsa para la identidad
Entre el parlamento, chispeante de vocablos , y la atinada didascalia, que apunta con sorna la ironía y el absurdo, Javier Cevallos presenta el texto de dos comedias. La una -indica- es farsa grotesca; la otra, pieza para actores y títeres.
Ambas apelan a la memoria y a pensar la identidad, desde la alocución y el recurso de escena. Los símbolos y los saberes que condimentan lo ecuatoriano van desde la proclama militar, con lustrosas medallas; hasta esas relaciones de aristócratas y curas con sotanas remendadas.
Para desatar las acciones, el autor se vale del diálogo intergeneracional, de las referencias a la copla popular, de las presencias de personajes históricos, cronistas, artesanos y reyes proclamados.
La revisión se da desde la farsa o desde el pregón de la marioneta y ahí su encanto; el mestizaje desgarrado o los muros barrocos sobre la andesita, se asientan sobre la cuestión “¿quién soy?”.
Y para formular la respuesta aparece el testimonio, que quita maquillajes con el chirlazo de la risa; pues solo nos comprendemos festivos a pesar de los pesares, cargando la historia desde la desgracia, hasta la alegría, que se erige como rasgo identitario.
César Chávez A. ‘Herir la perfección’
El diálogo calmo con el arte
La obra visual de David Hamilton, Gottfried Helnwein, David Ho y Celia Paul -artistas contemporáneos- es vehículo para la escritura en ‘Herir la perfección’. “La mirada es una lengua extranjera”, advierte el epígrafe; el autor lo sabe y con ello escribe su palimpsesto.
En estos textos de César Chávez -lector cabal- se halla el oficio del escritor: esa danza-batalla con las palabras y las ideas. Ahí está el lenguaje limpio que no cede ante el artificio, sino que se abre a la reflexión profunda y a la ficción tras la contemplación.
Son prosas breves – ciertamente poéticas- donde el detenimiento de las acciones se presta para la inmersión en las emociones y en el pensar de los personajes.
Tras asimilar la imagen, la descripción de los paisajes es tan importante como el retrato escrito de las mujeres: la fuerza del mar, la temible penumbra y la paz de los bosques equivalen en presencia a la delgada pantorrilla, a los juegos del cabello, a la grafía oculta en el rostro.
Pero, con la mirada de Chávez, la superficie se descascara hasta quedar en evocación, en las inocencias idas ante la tortura de los días, en la fabulación como certeza, en ese Eros, bello y violento.
Esteban Mayorga. ‘Musculosamente’
Narrativas en vértigo
Potencia, intensidad, vértigo en una sucesión de cadencias y disonancias que no da tiempo al respiro. Los relatos de Esteban Mayorga arrastran al lector en una corriente de fraseos. Acción, acción, acción… inmediata, simultánea, descarnada… clímax extendido.
Pero en media carrera sucede que -como en un alto reflexivo- salta una imagen poética, o que -como en resonancia- suena una exclamación popular, jocosa, cotidiana. Así el autor se entrega a tensar la verosimilitud hasta quebrarla; bordea el absurdo para darle chance a situaciones sin límite, a la carcajada plena, incluso en el llanto.
El humor es brutal, y como tal no repara en correcciones. Ni Darwin ni La Odisea ni los evangelios ni las epidemias apocalípticas son ídolos a los que rendir pleitesía; pero sí, excusas para largar un vuelo de ciencia ficción o contar la infelicidad de una pareja.
El problema de la representación o de ficcionar la realidad queda aplastado en estos relatos donde no hay geografías que atan a los personajes y, sin embargo, los invisten; o donde los narradores se abren a multiperspectivas, a juegos de tonos, a la alteración de roles, a una imaginación arrolladora.