Sin duda es un país con una historia extraordinaria. Afganistán, ubicado en el centro de Asia, se constituyó en una de las grandes civilizaciones gracias a que estaba en el corazón de la Ruta de la Seda. En estos días, el Museo Británico de Londres muestra la exposición itinerante ‘Afganistán, encrucijada del mundo antiguo’, que estará abierta hasta el 3 de julio.
El tesoro encontrado entre 1937 y 1978 en Tepe Fullol, es el principal atractivo de esta exhibición, que cuenta con numerosas piezas de oro, que datan de 2 000 años antes de nuestra era. Al recorrer las salas del museo, el visitante llega a la época de Alejandro Magno y la colonia griega asentada en Ai Khanoum. La prehistoria ocupa un tercer espacio, en el cual da cuenta de la invasión de los nómadas que formaron la civilización de Kushan. La última sección exhibe objetos de la población nómada; objetos de seis tumbas encontradas en Tillya Tepe, entre ellos joyas y diseños geométricos, broches y gemas. Y la corona de una princesa nómada.
Entre estas piezas puede verse un conjunto de 20 incrustaciones en marfil policromado del siglo I d.C., robadas del Museo Nacional de Afganistán entre 1992 y 1994 y que, tras ser restauradas en Londres, volverán a Kabul cuando termine la muestra.
A salvo de la violencia
Cabe señalar que fueron los propios ciudadanos afganos los que salvaron muchos de los tesoros que se guardaban en el Museo de Kabul. Un grupo de soldados consiguió esconderlos evitando los daños de la invasión soviética, la posterior guerra civil y la etapa de los talibanes, que acabó con las impresionantes esculturas de los Buda tallados en la roca del valle de Bamiyán.
A finales de los años 90, un grupo de arqueólogos soviéticos trabajó en la excavación de Tillya Tepe (Colina de Oro), un yacimiento arqueológico en el noreste de Afganistán. Allí hallaron entierros de seis ricos nómadas, correspondientes a cinco mujeres y un hombre, y en ellos un increíble tesoro: hasta 20 000 objetos de oro y piedras semipreciosas.
De vuelta a las salas, el visitante de ‘Afganistán, encrucijada del mundo antiguo’ se encuentra en la entrada con la estatua de un joven que solo continúa existiendo gracias a una combinación de buena suerte y valor. La figura formaba parte de un conjunto funerario descubierto por arqueólogos franceses en 1971.
La estatua no tiene cabeza y tiene las piernas destrozadas. Así quedó cuando los talibanes entraron en el Museo Nacional de Kabul en el2001. Todo lo que representara el rostro humano fue dañado o destruido; y en un arrebato repentino contra el arte pagano (las culturas preislámicas) a esta estatua le volaron la cabeza. Fue la misma época en que los Buda de Bamiyán fueron destruidos con explosivos.
Todos estos tesoros estaban escondidos cuando los talibanes entraron en el Museo Nacional. Si los siglos anteriores fueron caóticos para Afganistán, las últimas tres décadas han sido terribles. El estado de guerra permanente, iniciado con la invasión soviética, hizo que los arqueólogos tuvieran que abandonar los yacimientos, lo cual permitió su saqueo.
Y lo peor estaba por venir. Casi todas son piezas pequeñas y las más grandes, como la gran corona emblema de la exposición, podían desmontarse para su transporte. Desde 1992, un 70% de las obras que se tuvo que dejar en el museo fue robado. La guerra civil de los muyahidines que habían derrotado a la URSS destruyó parte de Kabul; un proyectil arrasó la parte superior del museo.
Así fue como el tesoro comenzó a tener una vida de nómada. La exposición viaja por el mundo a la espera de que algún día pueda regresar a Kabul. La corona de Tillya Tepe, que un día fue llevada a lomos de camellos, persiste en vagar por el mundo hasta que Afganistán encuentre la paz.