Para mí, el resultado final debe ser un regalo para el público que pueda ser percibido sin explicaciones”, dice la mujer pelirroja al teléfono.
Ella es Brigitte Lefevre, la directora de una de las compañías de danza más importantes del mundo, y, según se puede ver en el elogiado documental de Frederick Wiseman, también es una referente para sus bailarines, una mujer activa, que tiene claros los estandartes artísticos del conjunto que conduce, pero también los administrativos y hasta comerciales con los que debe lidiar para mantener en funcionamiento una institución de las características del Ballet de la Ópera de París.
‘La Danse’ retrata la cotidianidad del prestigioso elenco del Ballet de la Ópera de París, residente en el Palacio Garnier. Esto es: de las clases y ensayos en los salones hasta las puestas en escena hechas de la mano de los coreógrafos más relevantes de la escena contemporánea, pasando por aquello que se sirve en las bandejas del almuerzo de los artistas, la vida íntima de un edificio de subsuelos trajinados y la silenciosa tarea de teñir un traje.
Es, justamente, esa posibilidad de asomarse al detrás de escena más remoto -aquel que está todavía más allá del telón- lo que hace a este trabajo digno de contemplación.
¿Cuántos han podido ver en directo a Mats Ek marcar los pasos de su Casa de Bernarda Alba? ¿Y a Angelin Preljocaj poner sobre tablas la sangre de su maravillosa Medea? ¿Quién ha disfrutado de la versión que Sasha Waltz concibió de Romeo y Julieta?
Excepcional, entonces, es la mejor definición para este compendio de revelaciones que el realizador estadounidense hace en esta, una de las mejores películas de danza jamás filmadas, según The New York Times.