Si alguien se planteó el arte y el ingenio como un eje transversal a la actividad humana, fue el grupo que realizó la espectacular (y peculiar, por genial) performance con el que se presentó en Quito el libro ‘Álbum de familia’, de Gabriela Alemán.
Es martes por la noche, en los exteriores de la Asociación Humboldt, y un megáfono anuncia que todos los presentes están en territorio de una compañía petrolera. Nos tratan como huaorani y nos organizan en bloques de 25 personas, para ingresar en un espacio atravesado por la genialidad, las artes y la literatura.
Un hombre gris intenta disuadirnos de un mundo fantástico que se construye desde la narrativa de Alemán. Arguye que los personajes no pueden existir, que ninguna situación es creíble, que la ‘verdad’ reposa en los archivos, jamás en el delirio de la literatura. Sin embargo, toda su verborrea será intento fallido. Para contrariarlo y para fascinarnos están cada una de las partes de la performance con que ‘Álbum de familia’ se lanzó (literalmente).
Hay una representación escénica y un solo de danza al ritmo de una narración de un partido de minibásquet; hay cantos huao y una selva que se proyecta en video y atravesada por carreteras; hay una instalación que recoge textos de Alemán, legibles solamente mediante un pequeño espejo; hay cine y música; hay sorpresas y risas; pero, sobre todo, hay amigos. Amigos, que sin ser The Beatles, culminan una cita de complicidades cantando juntos ‘With a little help from my friends’, para luego echarse unos vinitos y aquietar esa garganta antes de entregarse a la sana y buena conversación.
Fue la presentación de un libro, pero fue mucho, mucho más que eso. Fue genial.