Si tienes poco tiempo, te lo resumimos en estas tres líneas:
- Samir El Ghoul ofrecerá un recital de piano en la Fundación Zaldumbide Rosales.
- Celia Zaldumbide Rosales dejó un impacto duradero en la educación de jóvenes pianistas.
- Samir El Ghoul cuenta con reconocimientos tanto nacionales como internacionales.
En conmemoración del décimo aniversario del fallecimiento de la icónica pianista nacional Celia Zaldumbide Rosales, el destacado músico ecuatoriano Samir El Ghoul ofrecerá un recital de piano en su honor.
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Este evento, que se llevará a cabo el martes 27 de agosto, a las 19:00, en la Fundación Zaldumbide Rosales (Villa Celia), contará además con la intervención del curador y semiólogo Humberto Montero, quien presentará una apreciación musical del repertorio y expondrá el contenido de las obras que serán interpretadas.
Celia Zaldumbide Rosales marcó de manera indeleble la música clásica y la educación de jóvenes músicos ecuatorianos. Su legado pedagógico y musical sigue siendo una guía esencial para los pianistas en Ecuador. Aclamada por su refinada interpretación de compositores como Mozart, Bach, Chopin y Grieg, Zaldumbide Rosales fusionó una técnica excepcional con una profunda sensibilidad artística, consolidándose como una figura icónica hasta su fallecimiento en 2014.
A propósito de este próximo concierto, Samir El Ghoul concedió una entrevista a EL COMERCIO para hablar sobre su conexión con el legado de Zaldumbide, su trayectoria y los preparativos para esta especial velada.
Samir, después de 21 años en Europa y Estados Unidos, ¿cómo ha influido tu experiencia internacional en tu estilo y enfoque musical?
Efectivamente estuve más de 21 años en el extranjero. Cuando en 2018 me di cuenta de que más de la mitad de mi vida había transcurrido fuera del Ecuador, decidí apostar por Quito y tomé la decisión de regresar. Aquellos años en Rusia, Estados Unidos, Francia, Alemania fueron exuberantes, vertiginosos, productivos. La creatividad artística de una persona joven se dispara a los cielos por el simple hecho de su propia confrontación positiva con otras culturas, idiomas, arquitecturas. Los pianistas sonamos a lo que vemos o hemos visto, leído, sonamos a nuestras vivencias pasadas, sonamos obviamente a aquella escuela musical de la que decidimos influenciarnos, rusa, francesa, alemana. No obstante, más allá de la enumeración de países o escuelas, lo verdaderamente crucial para cualquier pianista o artista es poseer la capacidad innata de amalgamar y armonizar toda la información que compila a lo largo de sus años de formación. Entiéndase por ‘formación’ un proceso que nunca acaba, está de más decir. Mi enfoque musical es por tanto la consecuencia de un diálogo interior constante, una búsqueda de consenso entre tendencias musicales distantes.
Has obtenido reconocimientos importantes desde una edad temprana, como el tercer premio en el Incontro Internazionale Giovanni Pianisti en Italia. ¿Cómo ha impactado esto en tu carrera?
Obtuve el tercer premio de la XXV edición de este concurso a los 19 años. Recuerdo la experiencia minuto a minuto. Durante el mes precedente, las horas diarias de ensayo podían ser seis, ocho o incluso 11, todo por lograr los resultados. También recuerdo que la prensa mencionó que se trataba del primer pianista ecuatoriano formado dentro del país que lograba obtener un premio en un concurso internacional. De este concurso salieron pianistas laureados como Andrei Korobeinikov o Boris Giltburg que hoy en día tienen una formidable carrera internacional. Lamenté profundamente que la muerte del fundador de este concurso, Luigi Mostacci, haya implicado su descontinuación tras más de 30 años de existencia. El impacto de este logro en mi carrera, o mejor dicho la moraleja de esta vivencia es que el Ecuador perfectamente puede figurar junto con Japón, Lituania, Rusia en la lista de laureados de concursos pianísticos internacionales de peso.
Tu recital en la Embajada de Francia en Washington DC. fue cancelado debido a los atentados del 11 de septiembre. ¿Cómo afrontaste esa situación?
Este recital se derivaba de un galardón obtenido por mi participación en el Festival de verano del Instituto Pianístico Francés y debía tener lugar la primavera siguiente. Los organizadores decidieron no proceder. Me explicaron algo escuetamente que debido a lo acontecido sería imposible materializar el ofrecimiento inicial, y gentilmente lo reemplazaron por un premio monetario.
Exacto. Precisamente terminado el festival que acabo de citar, un miembro del jurado se me acercó muy amablemente. Era miembro del directorio de la École Normale de Musique de París. Me sugirió aplicar. La escena de este encuentro la tengo aún muy presente. También sugirió discretamente que él podía impulsar el otorgamiento de una beca. Y así fue. Apliqué. Fui aceptado con una beca que cubrió la mitad de mi matrícula. Simultáneamente obtuve de la Cité Internacional de las Artes la aprobación para disponer durante un año de un espacio de residencia equipado con un piano. Puedo decir que mis comienzos en París fueron bendecidos.
Has sido auditor en la Academia del Festival ManiFeste del IRCAM en París. ¿Cómo influyó esta experiencia en tu aproximación a la música de vanguardia?
Así es. Estuve una buena parte de ese mes de junio totalmente inmerso en las actividades del Instituto de Investigación y Coordinación Acústica/Música de París. O más bien sumergido, porque el IRCAM está construido bajo tierra. Me parece que son cinco niveles subterráneos, y un par hacia arriba donde tienen la mediateca. Esto tiene que ver con los requerimientos de sus investigadores al momento de trabajar con el sonido en su estado más puro, desprovisto de cualquier fuente de ruido exterior. No es la primera vez que vivo la experiencia. En años pasados he podido ser parte de este festival anual. El concierto de clausura de esta edición fue sobrecogedor. Claro está, el repertorio musical y en general toda la información que se produce y trata aquí, nada tiene que ver con la tradición de tinte más clásico que los conservatorios y facultades de música en el mundo intentan preservar.
El Conservatorio Antonio Neumane de Guayaquil fue un lugar mágico. Lo añoro. Podría explayarme vastamente y explicar lo que un conservatorio de música del sector público significa en nuestro contexto ecuatoriano. No sé si evolucionó mi estilo musical a través de estos años. Ni si siquiera sé si evolucionó la persona. Creo que sigo siendo exactamente lo mismo que fui a los 12 y a los 20 años. Lo que sí cambió fue el flujo y la cantidad de información que la vida me regaló, no solo de orden musical.
En tu próximo recital en la Fundación Zaldumbide Rosales, interpretarás obras de compositores como Olivier Messiaen, Domenico Scarlatti y Maurice Ravel. ¿Qué te atrajo de estas piezas en particular? ¿Qué te motiva a combinar estos estilos tan diversos en un solo programa?
Mi elección de obras para este recital emana de mi intención de cohesionarlas no gracias a una época o estilo determinados, sino en función de un estado anímico. No he respetado el canon habitual que conmina a los pianistas a demostrar, en el contexto de un recital, sus competencias al ejecutar obras emblemáticas del Barroco, Clasicismo, Romanticismo, bajo una observancia escrupulosa de la cronología en la composición de las obras presentadas. Es más, he optado por obras algo relegadas, que en lo personal considero extraordinarias y que en este preciso momento resultan narrar algunas historias mías. El siglo XX está muy presente, con la excepción de una obra Barroca, que siento se une muy bien con el resto del programa. Pero, por sobre todo, rinden homenaje a la pianista Celia Zaldumbide Rosales en el décimo aniversario de su fallecimiento, que precisamente se dio un mes de agosto, hace 10 años. La ‘Pavana para una Infanta Difunta’ del compositor francés Maurice Ravel es probablemente el título más evidente en lo que va de la conmemoración de este aniversario.
Has organizado ‘Encuentros Pedagógicos de Jóvenes Pianistas’ en Quito y Guayaquil. ¿Cómo ves el papel de la pedagogía en tu carrera y qué esperas transmitir a las nuevas generaciones de músicos?
En 2015 propuse a Casa de la Música un primer ‘Encuentro Pedagógico de Jóvenes Pianistas’. A partir de 2018 he tenido la posibilidad de presentar nuevas ediciones del mismo en la Fundación Zaldumbide Rosales y en la Universidad de las Artes de Guayaquil en el contexto del Festival Piano man non solo. ¿Mi propósito principal al convocar a los jóvenes pianistas ecuatorianos a estos Encuentros? Instarlos a buscar en la música única y exclusivamente aquello que es esencial y de fondo. Instarlos a no ceder ante la sed de lucimiento en detrimento de su propia lucidez. Convencerles de que la falsedad es lo primero que sobre el escenario se torna audible. Creo que, si entienden lo anterior, su desarrollo técnico y artístico estará garantizado. Si la nota ‘sol’ del cuarto compás lleva o no un acento o un signo de doble sostenido, importa menos a fin de cuentas. La prolijidad de la ejecución pianística viene por añadidura, provisto que el alumno tenga claro que la ética existe.
¿Quién es Samir El Ghoul?
Samir El Ghoul, pianista ecuatoriano, regresó a Quito en 2018 tras 21 años en países como Rusia, Estados Unidos, Francia y Alemania, forjando una carrera artística diversa. Su primer reconocimiento internacional fue en Italia, a los 19 años, seguido de otros logros en Francia y Estados Unidos. Ha representado a Ecuador en prestigiosos concursos internacionales y ha trabajado con reconocidos maestros, además de participar en importantes escenarios y colaboraciones en Europa.