El lunes, a las 19:00, una hora antes de la gran gala de presentación de la Orquesta Sinfónica Académica Estatal de San Petersburgo, los predios de la Casa de la Música, en Quito, lucían llenos de carros. Las personas llegaban presurosas a ocupar alguno de los 700 asientos de la sala de conciertos.
Tomándose un pequeño descanso entre el exterior, frío como una típica noche quiteña, y el cálido interior, en el ‘hall’ de la Casa de la Música se encontraban, algunos con copa rebosante de vino en mano, los amantes de la música clásica conversando sobre lo que experimentarían en la presentación de la orquesta.
Entre ellos se hallaba el embajador de Rusia, Yan Burliay, quien discretamente saludaba a sus conocidos. “Es un espectáculo de calidad”, refirió sobre una de las tres mejores orquestas de su país.
A las 19:30, apurado e invitando a la gente a pasar a la sala grande, Gustavo Lovato, director musical de la Casa de la Música, se dispuso a iniciar la conferencia preconcierto en la que habló sobre los compositores Mihail Glinka, Sergei Prokofief y Modesto Mussorgsky. En este diálogo, alrededor de 250 personas escucharon atentas las reflexiones y datos sobre la música de los creadores rusos, cuyas partituras serían interpretadas minutos más tarde por los 80 instrumentistas.
Con unos minutos de retraso sonó la campana con la que se anunciaba el inicio de la presentación. A manera de cuatro ríos que se disponían a inundar el lugar, por las cuatro entradas de la sala ingresaron alrededor de 600 personas. La mayoría pagó las entradas, por un costo de USD 120, y los demás acudieron como invitados.
Como un público conocedor de lo que iba a ocurrir , la gente esperó en silencio la entrada del director Vladimir Lande. A su llegada, los aplausos, modestos, dieron la bienvenida al estadounidense que ha acompañado a la agrupación desde el 2008. Él reaccionó con discreción, pues no es de aquellos que se gana al público con excesiva gestualidad.
“Como un calentamiento a la obra de Prokofief”, según comentó el melómano Walter Wright, la orquesta arrancó con la interpretación de la obertura de la ópera ‘Russland y Ludmila’ de Glinka.
Emocionado, el público ovacionó fuertemente a la agrupación tras los 5 minutos y 14 segundos que duró esta primera pieza. Luego fue la ocasión para que el pianista ruso Maxim Mogilevsky ofreciera su talento en el Concierto Nº 2 en Sol menor, opus 16 para piano y orquesta de Prokofiev. Entre las personas que más atención prestó a esta obra estaba el luthier ecuatoriano Luis Verdugo, quien meses atrás realizó una “cirugía completa” al piano Steinway & Sons de la Casa de la Música, fabricado en 1965.
Al Steinway del lugar se le hizo un cambio completo del clavillero: Verdugo y su hijo Daniel tardaron casi seis meses en realizar la adecuación. “La forma de tocar del pianista fue la prueba de fuego a la que se sometió el piano”, señaló el luthier luego de la magna interpretación de Mogilevsky.
Después de haber escuchado un fuerte inicio, los asistentes llenaron la cafetería del lugar. Entre copas de vino, sushi y café, hablaban sobre sus impresiones de la Orquesta. No faltó uno que otro comentario comparativo entre el talento ruso y el ecuatoriano.
Tras el intermedio, la audiencia se dispuso a escuchar ‘Los cuadros de una exposición’ de Mussorgsky. Un silencio absoluto acompañó a la interpretación de esta obra, que estremeció a asistentes como Darwin Jiménez. “La fuerza de la orquesta conmociona a quien la escucha”, dijo.
Una vez finalizada la programación, cerca de las 22:00, el público no pudo hacer más que ponerse de pie y aplaudir tanta majestuosidad interpretativa. Esta emoción fue recibida con agrado por Lande, a tal punto que dirigió una pieza extra: el tango del ballet ‘The Bolt’, de Shostakovich.
Ya fuera del escenario, un encuentro entre Lande y el maestro Gerardo Guevara iluminó aún más la noche musical: el estadounidense se lleva la música de Guevara a Rusia, para estudiarla y ponerla en escena con la orquesta.