Un día Rosa Montero (Madrid, 1951) decidió regalarse por su 60 cumpleaños un mundo propio como otros se regalan un apartamento. Recurrió a dos de sus géneros preferidos (ciencia ficción y novela negra) e inventó una detective: la humanoide Bruna Husky. La colocó en Madrid en el año 2109 y le inventó la trama que ha terminado alimentando su nueva novela, ‘Lágrimas en la lluvia’ (Seix Barral).
Acompañada por la actriz Pastora Vega -que leyó fragmentos del libro-, la escritora y periodista presentó su obra el lunes. Allí contó que había querido escribir “un libro feliz”, y que para que la felicidad fuera completa, había puesto a los personajes los nombres de sus muchos amigos. Una de esas amigas es la violinista Mirari Irurzun, que interpretó tres piezas sobre un escenario en penumbra, que dio al acto el aire de noche perpetua que tiene ‘Blade Runner’, el relato de Philip K. Dick del que Rosa Montero llegó al título.
Como lágrimas en la lluvia se pierde la memoria de los replicantes que mueren -“odio la muerte”, dijo la escritora-, y ese destino odioso se cruzó en el camino de la autora mientras escribía su novela feliz. Aunque ella no solo aludió a ese hecho, la desaparición de su pareja interrumpió la obra hasta el punto de hacerle dudar si podría seguir con ella. Solo la fuerza de su protagonista -“fue mi alter ego”- la llevó a terminar. Su fuerza y la capacidad consoladora del arte: “Escribimos para dar al mal y al dolor un sentido que sabemos que no tiene”.
“La belleza es la única eternidad posible”, dijo también, después de hacer un elogio de la ciencia ficción como un género que sirve no para escapar de la realidad sino para profundizar en ella. En el fondo, dijo la autora de ‘La loca de la casa’, esta novela habla de lo mismo que el resto de las suyas: la muerte, la identidad, la memoria y la ética social. “Puede que, en el fondo, sea mi obra más realista. Desde que el libro entró en imprenta, están pasando cosas que están en él. Por ejemplo, en ‘Lágrimas en la lluvia’ hay toque de queda para los menores de edad y resulta que en Francia acaba de implantarse una medida similar”, contó aferrada a la eterna belleza de contar.