En la novela ‘Río de sombras’ (Alfaguara, 2003), de Jorge Velasco Mackenzie, el río Guayas no tiene nada de manso. Se desborda de una manera tan atroz que convierte a Guayaquil en una gigantesca piscina tipo Venecia.
Los almacenes amanecen exhibiendo su mercadería bajo el agua, los automóviles se transforman en botes, los parques lucen como lagunas, las iglesias parecen boyas que flotan. La ciudad, históricamente perseguida por terribles incendios, en este libro es atacado por su relajado compañero acuático de siempre.
“Cuando escribí la novela, imaginé al Guayas como un río agresivo. Conjeturé esta tragedia porque los escritores somos seres problemáticos por excelencia y solemos imaginarnos tragedias de este tipo”, explica el guayaquileño Velasco Mackenzie, de 63 años, sobre su obra. También se cuentan en esta obra algunos mitos que giran alrededor del río: los supuestos fantasmas que deambulan por las noches y la raza de hombres-peces que habitan en sus manglares.
Velasco Mackenzie considera que el río Guayas ha aparecido en las artes para simbolizar momentos específicos. En las ‘Cruces sobre el agua’, clásica novela de Joaquín Gallegos Lara, las grises aguas del Guayas se tornan color rojo sangre. Esta obra se narra un hecho real: la masacre que sufrió la clase obrera el 15 de noviembre de 1922 en Guayaquil.
Los obreros se encontraban reclamando mejores condiciones para ellos. El Gobierno de ese entonces, liderado por José Luis Tamayo, ordenó disparar a quemarropa a los huelguistas. Alrededor de 500 obreros murieron y fueron arrojados sobre un río que se convirtió en su eterna tumba. Desde entonces, cada 15 de noviembre, se conserva la costumbre de lanzar cruces sobre el río para recordar la cruel masacre. Esta escena es narrada en la ficción de Gallegos Lara.
Los artistas plásticos guayaquileños Ildefonso Franco, Gabriela Cabrera, Graciela Guerrero y Jimmy Mendoza han pensando en el río como un lienzo para construir sus críticas sociales. En el 2006, Cabrera y Guerrero emplearon los lechuguines (plantas acuáticas) para darles forma de espiral. De esta manera, simbolizaron el cambio que ha experimentado Guayaquil, en las últimas dos décadas, con la regeneración urbana.
“La ciudad ha tenido varias transformaciones. Y el río ha estado ahí, inmóvil, viéndolo todo como testigo”, puntualiza el crítico de arte Rodolfo Kronfle sobre esta obra titulada ‘Lechugines’ (Palenque 2000) que, el 2006, ganó el primer premio del Festival de Artes al Aire Libre (FAAL).
Ildefonso Franco, otro artista contemporáneo, en el 2002 colocó una cabina telefónica para que flotara sobre el río. Para que no se moje, fabricó una pequeña base de madera. El artefacto tenía instalado un timbre telefónico que sonaba una y otra vez a medida que se alejaba del Malecón 2000, de donde partió. De esta manera, según Franco, simbolizó la situación de los migrantes ecuatorianos que se encuentran incomunicados con su país.
En el año1996, el artista Jimmy Mendoza colocó en una piragua (embarcación que se impulsa con palas) varios bagres pescados del río para demostrar la actividad pesquera que se ejecuta en este torrente guayaquileño.
El cantautor guayaquileño Héctor Napolitano vive en el Cerro Santa Ana, en el centro de la ciudad. En su habitación posee un balcón con vista al río. Acostado en su hamaca, observa los sedimentos que se han formado sobre el Guayas que impiden, en ciertos tramos, la navegación.
Él ha escrito la canción ‘Guajira a Guayaquil’, en la que describe los “lechuguines, lodos y jaibas” que habitan en un río que “baña a su paso al barrio del Astillero, donde nació Barcelona, el ídolo ecuatoriano/ Lo dice Napolitano de corazón”. Ese tema está incluido en su disco ‘Cangrejo criminal’ (2004).
“Pero el río Guayas actualmente no está como para cantarle, sino para llorarle”, dice Napolitano, a quien los pescadores del sector le llevan todos los días, a las 06:00, pescados del río. Él lamenta tanto los agroquímicos que provienen de las bananeras y que lo contaminan como los sedimentos que no se drenan.
El mítico compositor guayaquileño Carlos Rubira Infante (90 años) musicalizó‘Guayaquil pórtico de oro’. El tema ha sido interpretado por numerosos cantantes, entre esos, Julio Jaramillo y la soprano Beatriz Gil. Se basa en un poema del poeta Pablo Hannibal Vela. En esa canción se resalta que “Guayaquil a la diestra del Guayas se levanta”. Según Jenny Estrada, directora del Museo de la Música Popular Julio Jaramillo, esta canción caracteriza al río Guayas como cerco protector de la ciudad.