Además de la pileta hexagonal en el centro del patio del Museo Alberto Mena Caamaño (Centro Cultural Metropolitano) se destaca otro elemento: una picota. Un testimonio en piedra de un pasado de sangre y guerra, pero también de revolución y libertad.Si bien ese sitio fue hasta 1767 de la Compañía de Jesús, los bienes fueron incautados por la Corona, tras la expulsión de los jesuitas. Por orden suya, en el edificio, cuya fachada da a la calle Espejo, se instituyó el Cuartel Real.Hasta ese sitio avanzaron los patriotas del 10 de agosto de 1809 y lo ocuparon cuando el capitán Juan Salinas plegó a la revuelta. Pero fue también ahí, donde el Conde Ruiz de Castilla restituido en el poder y faltando a su palabra encerró a los rebeldes. Un asalto fallido para liberar a los reos terminó con la matanza de 300 personas y una fecha que se grabó en la memoria del país, el 2 de agosto de 1810.En 1940, el cuartel pasó a ser propiedad municipal y años más tarde recibió la colección de Alberto Mena Caamaño, quien da nombre al museo abierto en 1959. De ese año, data la pileta del patio, que en los próximos días será intervenido por el artista brasileño Rubens Mano.El patio luce ajardinado. Las crujías norte y este tienen pilares octogonales y arcos de medio punto; mientras que los lados oeste y sur conforman los muros del colegio de los jesuitas. El segundo piso, que alberga las salas de exhibición, presenta hacia el patio ventanas rectangulares.En 1970, las imágenes de horror volvieron al predio pero en forma de arte, con las figuras de cera que arman la escena del 2 de agosto, ubicada en el subsuelo del edificio, donde se presume fueron muertos los patriotas.Ahora el arte busca nuevas expresiones, formas diversas que llegarán desde el diálogo que plantee Rubens Mano en su intervención de Arte Contemporáneo en Patios de Quito.