Sobretodo estuvo la palabra sencilla y el relato sincero. ‘Vivir para cantarlo’ mostró, la noche del martes, en el Teatro Sucre, a un Víctor Manuel agradecido con las experiencias que le llevaron a componer sus canciones. El rostro del español tenía esa mezcla de madurez y comprensión que solo otorgan los años.
El repertorio siguió un orden cronológico. A cada canción acompañaba su historia, los motivos de su composición, las emociones del artista, la correspondencia con su vida. Si al inicio del recital Víctor Manuel parecía un tanto anquilosado en su desenvolvimiento sobre el escenario, minutos más, canciones más, anécdotas más, el artista fue construyendo una complicidad con la audiencia, entre las risas y los suspiros. Complicidad también vivida con sus músicos, Ovidio López y David San José (hijo de Víctor Manuel y Ana Belén).
Así con el testimonio de primera voz, el público pudo conocer los orígenes humildes de Víctor Manuel, al fragor de las minas en su Asturias y al son de sus relaciones con el abuelo Víctor y sus tíos, con su madre y los patrones. Desde ahí se ve un índice de reflexión social en el artista. Luego vendrían los andares por los escenarios, los festivales, los discos y las películas, a cada etapa una poesía o una parábola, y una canción.
Con la palabra del cantautor se fue también desmadejando la historia reciente de España, la transición del franquismo a la democracia, de la censura, el reclamo y la prisión; pero desde una mirada personal que llevó a Víctor Manuel a hablar de amores inocentes y de otros más apasionados, de la paternidad y el antimilitarismo. No olvidar, fue un mensaje que se reiteró y caló hondo. Tras cada tema, el apagón de las luces y el aplauso del público, acaso alguna lágrima mojando las butacas de platea.
Fue emocionante y bonito (aquí cabe el adjetivo) el compartir esos momentos con Víctor Manuel, artista que terminó besando el escenario del Teatro Sucre, bajándose de al tarima para abrazar o estrechar las manos de sus oyentes.
Salvo pocas sillas de platea, la sala estaba ocupada. Con las luces encendidas el público vio a uno de los presentes en el palco central: Rafael Correa. Susurros y saludos demás, lo que quedó de la noche fue la voz y la poética de Víctor Manuel.