Hay pancartas con ofrecimientos electorales: “Amor libre en mi gobierno” (y, a continuación, un corazón mal dibujado), “Preservativos gratis para el pueblo, vota por Rafa Díaz”. Hay cajas de cartón, de esas que sirven para introducir los votos en las urnas. También interiores femeninos y condones.
La muestra se denomina ‘Percepciones de un perro azul’. Estará abierta al público hasta el sábado 10, en el Museo Municipal de Guayaquil. El autor es el desfachatado artista imbabureño Rafael Díaz Recalde, quien hace 12 años dejó el país para radicarse y escandalizar con su arte en el exterior. Primero en Nueva York, luego en París, después en Barcelona y actualmente (¿definitivamente?) en Berlín.
Regresó al Ecuador para presentar esta muestra de denuncia social. “No puedo solucionar los problemas del mundo con pinceladas, pero al menos lo intento”, dice Díaz a sus 54 años. Frunce el ceño cuando piensa en los inconvenientes que, a su juicio, invaden al planeta: “los falsos mesías de la política que mienten a sus pueblos, los lujos exorbitantes de la Iglesia, la pobreza extrema, la apatía mundial por la cultura”.
“No concibo el arte separado de la política. Yo soy de izquierda”, dice sin titubear. En los años 70 y 80, Díaz fue parte del Partido Marxista Ecuatoriano, la misma agrupación con la que simpatizó el fallecido artista Oswaldo Guayasamín. Díaz ha sido dirigente sindical, defensor de los derechos de los obreros, huelguista.
Y justamente al poder cuestiona en esta muestra. En otra de las secciones, hay cuadros en óleo con hombres degollados. Donde deberían constar sus cabezas hay humo. El cuerpo sí lo tienen. Llevan puesto terno, camisas multicolores, zapatos impecables: un glamour fachoso en todo su esplendor. Hay colillas de cigarrillos en el suelo.
“Es una crítica a la clase alta, a los políticos que obligan al pueblo a seguirlos de rodillas y venden falsas ilusiones”.
En 1995, una serie anticlerical de Díaz fue censurada del Museo Antropológico del Banco del Pacífico. Una de sus obras mostraba a una monja semidesnuda, acostada en las piernas de un cura ebrio.
El artista ha exhibido su obra en galerías de Nueva York, Berlín, Múnich y Barcelona. En el 2009, la Academia de Bellas Artes de París le otorgó un premio por sus 30 años de trayectoria en la pintura.