Este fin de semana el ritmo de cinco espacios de la ciudad se vio alterado. Y es que el festival de artes escénicas, ‘Quito Concreto, la ciudad es-cenario’, organizado por el Movimiento Centrífuga, los convirtió en escenarios de baile.
El Centro de Arte Contemporáneo, la Plaza de la República, el Churo de La Alameda, la Plaza de San Blas y el Centro Cultural Itchimbía fueron testigos de esta propuesta que buscó darle nueva vida los espacios públicos de Quito, a través de las artes escénicas inspiradas y concebidas en locaciones abiertas y para un público itinerante.
Fueron cuatro grupos los que participaron en el circuito de Quito Concreto. Cada uno de ellos creó una obra inédita, inspirada en ese lugar específico de la ciudad, en sus historias y en sus personajes. Todos contaron con el apoyo del Ministerio de Cultura, el Municipio y el Gobierno de Pichincha, entre otros auspiciantes, para montar sus obras.
En el Centro de Arte Contemporáneo se presentó el montaje ‘Eje Disruptivo’. En el Churo de la Alameda, ‘Laberintos’; ‘Entre Fronteras’ ocupó la Plaza de San Blas; y en el Centro Cultural itchimbía ‘121 Gradas’. También se presentaron maestros nacionales e internacionales.
Cristina Baquerizo, directora general del proyecto, cuenta que el festival buscó visibilizar los espacios, las artes escénicas que están muy guardadas y muy pegados al escenario típico”. Quito Concreto arrancó a finales de enero con la etapa de preparación (talleres y seminarios) que se extendió hasta mayo. A partir de ahí, hasta la tercera semana de julio, fue la etapa de montaje.
La intención del festival, aparte del fortalecimiento de los recursos creativos de los participantes (teatro, danza, títeres, audiovisuales), fue iniciar una relación más cercana entre los peatones y su propio espacio cotidiano. El propósito final es que los transeúntes conciban sus espacios como patrimonio cultural vivo.
“Quito Concreto no se acabó. Este tipo de festivales debe seguir pasando. Las personas deben aprender a ocupar los espacios, aprender a encontrar la magia. Mi responsabilidad como gestora del proyecto es darle continuidad”, concluye Baquerizo.