No me considero un conocedor del repertorio musical académico, disto de serlo, pero impulsos de melomanía me llevan por la música como un pretendiente desmañado; tentando a la suerte con la sensibilidad abierta. Algo he aprendido con la escucha, con tropiezos y consejos. Los conciertos, la radio, los discos y videos han estado ahí, fieles compinches en la ambiciosa tarea. Y así fue mi acercamiento a Hilary Hahn, violinista de 32 años, quien mañana pisará las tablas del Teatro Sucre.
La he visto en video, jamás en vivo, talvez me equivoque, pero hay dulzura en ella, y su aire me remite a la narrativa de Jane Austin, a esas mujeres con un cándido rubor en la piel, levantiscas e indómitas y que, así, se elevan sublimes, hasta acariciar las nubes. Confesión: cuando interpreta su música, toco las nubes.
He visto -como usted puede hacerlo, estimado lector- que Hahn en el escenario no cede ante el efectismo y la ocurrencia performática, sino que mantiene una postura apenas maleable por la intensidad con la que siente las notas que nacen del violín, un Villaume de 1864. Su mentón apoyado sobre un níveo pañuelo suma decoro al acto. Sin embargo, he leído que de alguna manera, ella se opone a la rigidez y solemnidad que generalmente inviste a los músicos académicos.
Hace poco vimos en escena a Ara Malikian, maremoto fresco e informal y genio del violín, incluso reímos ante su humor en PaGaGnini; también vino la chelista Zöe Keating, lumbre de travesura y vanguardia. Ahora llega Hahn ciertamente distinta, con su estilo y su ángel. Con vestidos largos, de elegancia y belleza, su personalidad luce cuando actúa de solista o se acompaña de una orquesta.
Niña prodigio, iniciada a la música a través del método Suzuki, pasó por el Peabody Institute y el Curtis Institute of Music (EE.UU.), conservatorios de prestigio en el mundo de las artes. Por si la mención de premios sirve de algo, ella ha obtenido el Grammy, dos veces. Su discografía se compone de una veintena de placas: grabaciones de estudio, conciertos y bandas sonoras. Sin entrevista de por medio, guiado, acaso, por la fascinación, la expectativa y la apariencia, adivino su carisma.
Ha pasado la mayor parte de su vida girando por el planeta. Como una manera de revisitar mentalmente los lugares por donde anduvo, toda ella llena de música, percepciones y sensaciones, Hilary Hahn llevaba un diario en su sitio web. Cuenta que el proyecto se inició hace 15 años, cuando, adolescente, buscaba compartir sus visiones y experiencias; una forma de conocer el mundo. Ahora, acorde a las dinámicas de las nuevas tecnologías, comparte sus vivencias como ‘música viajera’ en su cuenta de Twitter @violincase; allí el estuche de su instrumento es quien narra la bitácora. Entre los recientes apuntes, Hahn descubre un perro que ladra las primera notas del Concierto N° 1 de Prokofiev; comparte sus lecturas o su lista de equipaje.
Esas postales de carretera tienen como lugar de origen Múnich, Los Ángeles, Singapur, Río de Janeiro; Seul, Milán, Madrid, París, por mencionar algunos puntos. Desde la camas del hotel, en mitad de entrevistas, sentada en una plaza o junto a una bebida, sus ojos se abren a los lugares por donde fluye su música. También lo hace con videos en su canal de YouTube, donde capta el variopinto comportamiento de la gente o esos juegos donde la cotidianidad devela su arte. Las brevísimas piezas son grabadas durante los descansos de los ensayos o desde la ventana de un avión; momentos donde la música sigue habitando en Hahn, pero las cuerdas de su instrumento dejan de vibrar y el arco reposa en silencio.
Mañana, Quito se abrirá a sus apuntes de bitácora; también lo hará Guayaquil, el martes 18, en el Teatro Sánchez Aguilar. Su repertorio incluye piezas de Jeff Myers, Michiru Oshima, Mendelssohn, Schumann, García Abril, Ali-Zadeh, Dvorak y Bach, su preferido. Sobre el escenario la acompañará la pianista Natalie Zhu. Ante su interpretación y su presencia abro la sensibilidad.
HOJA DE VIDA
Hilary Hahn. Nació en Lexington, Virginia, Estados Unidos, el 27 de noviembre de 1979. Klara Berkovich, Jascha Brodsky, Jaime Laredo han sido sus maestros.
Ha actuado junto a las orquestas Sinfónica de la Radio de Baviera, Sinfónica de Londres, Filarmónica de Nueva York, Sinfónica de Singapur. Tuvo contratos con Sony Classical y Deutsche Grammophon.
Además de su formación musical en violín, estudió literatura, poesía, alemán e historia.