Una visión romántica que ubica al arte como alimento espiritual, alejándole de toda materialidad (dinero), resulta caduca cuando se piensa en el artista como en una persona que tiene las mismas necesidades que el resto: vivienda, alimento, vestido, educación, salud… Entonces es hora de hacer de la creatividad un capital financiero, con el cual el artista pueda desarrollarse como una persona económicamente activa en la sociedad.
Pero cuál es la realidad del mercado del arte y de los circuitos donde se consume cultura en el país; la situación, acaso se presta para la existencia y el funcionamiento de una cadena de valores; o es escenario para el lamento y el drama.
Que el bien cultural tenga tanto un valor económico, como un valor simbólico, ¿hace que el arte sea una actividad especial, frente a otras actividades laborales, como para que busque el incentivo del Estado desde diferentes frentes: Formación de públicos, profesionalización del sector, exenciones fiscales, una categoría especial de seguridad social? Y si es que es así, tal vez, se corre el riego de una actitud paternalista de la administración pública ante unos artistas cada vez más dependientes.
Frente a ello, cuál es el rol de la empresa privada, cuáles son las otras estrategias mediante las que un actor cultural consigue subsistir.
El II Encuentro Arte, Trabajo y Economía desarrolla, durantes tres jornadas, reflexiones sobre este tema. Nosotros, por nuestra parte, invitamos también a la reflexión a través de un twitcam, en el cual conversaremos con la artista Ana Fernández y el teatrista Patricio Vallejo, conoceremos sus experiencias, opiniones y propuestas. Asimismo esperamos su participación, lector. La cita se desarrollo el medio día de este lunes.
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