¿Qué lecciones dejó la 23ª edición del Festival Internacional de Teatro de Manta, que culminó hace ocho días?
Estamos seguros de que nos arrojó muy buenos resultados, de acuerdo con el balance preliminar. Lo mejor fue que el público se reencontró con el festival.
¿Ese público estaba descontento?
Había que ser realista. Algo pasaba con el público porque en los últimos cinco años no asistía como lo hacía al principio. En ese sentido estoy casi seguro de que el factor que influenció fue la dolarización y la aguda crisis económica mundial. Muchos se preguntarán qué tiene que ver esto con el teatro. Es simple, los grupos y actores también necesitan del dinero para movilizarse, crear y sobrevivir. Primero fue el cambio de moneda, que en el caso de Ecuador fue duro, todos los saben. De la noche a la mañana, de pagar en sucres a pagar en dólares fue duro. Nosotros presupuestábamos un festival en sucres y repentinamente había que pensar en dólares.
¿Qué hicieron para salir de ese problema?Felizmente, el Ministerio de Educación y Cultura nos auspicia desde hace tres años. Ello nos permitió bajar el costo de las entradas y sobre todo permitir el ingreso libre al público joven, al cual apuntamos para ir incrementando el interés por el arte y la cultura con estos nuevos rostros. Esta estrategia permitió que en las presentaciones de este año haya salas llenas.
¿Cuál era el aforo de cada noche?
Todos los días había por lo menos 500 personas en el teatro Universitario Chusig, sede del festival en sus 23 años de vida. Los grupos y actores que participaron se impresionaron mucho por el público joven.
¿Algún otro aporte?
No podemos dejar de lado la intervención de la Universidad Laica Eloy Alfaro de Manabí (Uleam) entidad que aporta también económicamente, con logística y otra serie de necesidades que aparecen en el camino en cada festival.
¿Qué hay del balance de lo que ha pasado a significar el teatro para Manta?
Se ha robustecido. El recorrido de 28 años de La Trinchera y 23 del festival tiene resultados. Hay muchas posibilidades abiertas para continuar trabajando. Allí está el publico rejuvenecido, y no solo jóvenes, hay niños y familias enteras que van al teatro. Otro de los frutos es la Escuela de Teatro Municipal. Allí, 40 estudiantes de 8 a 18 años se forman; estoy seguro de que de esa nueva camada saldrá la renovación para el grupo La Trinchera.
¿Diría que este sería uno de los legados del festival?
De hecho, sí. La misma Uleam da los últimos toques a lo que será la Escuela de Artes Escénicas. Allí ya existirá la carrera para quienes deseen integrarse de lleno al mundo de la cultura en sus diferentes manifestaciones.
Y como Trinchera, ¿qué?
En la actualidad, con el apoyo de la Uleam, del Municipio de Manta y de otras entidades se construye el Centro de Artes de la Fundación La Trinchera. Son 3 000 metros cuadrados. Tiene un costo de USD 700 000. Está será la sede de la Escuela de Artes Escénicas. Vamos poco a poco. En unos tres meses la obra, que consta de una nave principal, estará culminada en su primera fase. Luego vienen los acabados y equipamiento, pero nosotros ya queremos empezar a trabajar allí. La idea es que el lugar sea el sitio de encuentro para que la gente sienta la cultura cada semana, y no solo deban esperar a que llegue septiembre para asistir al festival.
¿Ya es una necesidad?
Sí. Los chicos que han asistido a talleres de teatro y danza, nos preguntan dónde pueden continuar sus estudios; muchos se han desplazado a Quito y Guayaquil.
¿Cuáles han sido los frutos en la parte actoral?
Hay actores nuevos en Manta, que aún están jóvenes, se están formando. Nuestro trabajo también está en Portoviejo, donde ya hay actores formados. Desde hace siete años con mi esposa, Rocío Reyes, dirigimos al grupo de teatro Contraluz. Ellos han estado en varios festivales internacionales y nacionales, realizan giras, tienen un buen repertorio de obras; salieron de la Universidad Técnica de Manabí (UTM).
En sus inicios, el festival convocaba a la gente de teatro del país por una semana en Manta, ahora es itinerante. ¿Se logró descentralizar las artes escénicas en el país?
Más bien diría que este festival se convirtió en el festival de una buena parte del país. Este tipo de expresiones culturales hasta hace 23 años solo eran propias de las ciudades grandes. Creo que Manta rompió esquemas y además obligó a que los gestores culturales abrieran los ojos y supieran que en otras partes de la nación también se puede hacer cultura. Desde hace más de 15 años, los grupos y actores que llegan al Festival también se presentan en Quito, Guayaquil y Cuenca.