Una música de violín atrae las miradas hacia una pareja de ancianos. La voz de Jerónimo Laines (85 años) se escucha en un ritmo parecido al vallenato. El gallo en su gallinero que bien se sacude y canta/ cuando duerme en cama ajena, despacito se alevanta/.
Maura Alejandro (72 años) responde: El limón no tiene espina, la rama es el espinoso/ el corazón con el tuyo, el tuyo es un mentiroso/. Jerónimo toca el violín y canta los amorfinos y Maura le atina con versos punzantes.
Llegaron de la comuna La Libertad, provincia de Santa Elena, como parte del homenaje a la oralidad chola de los pueblos ancestrales de la península. Es el punto central de la VI edición del encuentro de narradores orales Un cerro de cuentos.
Es un grupo de 11 narradores que a través de la oralidad transmite tradiciones, imágenes, culturas. Algunos cantan amorfinos, coplas populares, cuentan de ‘aparecidos’, otros con sus manos muestran los saberes en trabajos como cerámica y toquilla.
“No son cuenteros, como se conocen. Transmiten saber con la palabra y con el tejido o la herrería”. Ángela Arboleda defiende la muestra de los comuneros como un rescate de la cultura peninsular. La antropóloga española Silvia Álvarez dice que el principal valor es la memoria que mantienen de su origen indígena, derechos colectivos, territorio y costumbres. Son descendientes de los huancavilcas, pueblos que llegaron hasta 1937 como antiguas comunidades indígenas y se convirtieron en comunas. “ Se los llama cholos, pero son el pueblo ancestral de la Costa”, añade.
Para el homenaje se hizo una investigación en El Morrillo, Dos Mangas, Pechiche, Cadeate, El Real, Ancón, Manantial de Chanduy, recogiendo testimonios e imágenes de los comuneros que cantan su historia…
Adela Borbor, orfebre de espuelas y frenos
Adela Borbor (72 años) crió a sus nueve hijos con las ganancias de la orfebrería. Espuelas, frenos estribos y tornillos en plata y bronce eran demandados en los muelles antiguos de Guayaquil. Con los años solo elabora tres o cuatro, bajo pedido, por semana. El molde de la pieza se hace en cera y luego se recubre con arcilla; una vez seco se extrae la cera y se introducen la plata o el bronce derretidos. Cuando se endurece se rompe el molde y sale la pieza nueva. Adela recibió el premio Rosita Campuzano, al mérito artesanal.
Maura y Jerónimo cantan amorfinos
Maura Alejandro recuerda que de jovencita la contrataban para que haga el recibimiento a los recién casados. Años después, dice que solo ponen el CD que le grabaron en alguna casa. Ella no entiende que la modernidad fue cambiando las costumbres en la comuna Libertador Bolívar, donde también vive Jerónimo Laines, su compañero en los amorfinos.
Ambos pueden cantar 20 minutos seguidos, solo la garganta gastada de Jerónimo los detiene. En las letras se recuerdan sitios, mariscos y aves de la zona.
Braulio Rivera cuenta de ‘aparecidos’
Braulio Rivera (89 años) tiene su memoria en su niñez, en la adolescencia o cuando era recién casado. Sus historias de ‘aparecidos’ se remontan a cuando la zona de la comuna Las Juntas del Pacífico tenía árboles. Cuenta de aquella vez cuando encontró una muñeca de 50 cm de altura entre los troncos de árboles. Era de piedra, con las letras JP en el pecho. La bautizó con el nombre de Juanita. Así se la llevó a la casa y en los siguientes años siempre tuvo buenas cosechas para criar a su hijos. Ahora ya no siembra el campo pero elabora vino de ciruela, que llena las tierras desérticas. Una manada de chivos que aparecía y desaparecía en la loma, es otra de sus historias.
Ángel Suárez trabaja con la toquilla
Ángel Suárez (75 años) cosecha la toquilla en la comuna Dos Mangas, en Manglaralto. Conoce todo el proceso: desde cómo se pela, se deshoja, se cocina y se tintura la toquilla. Estas fibras naturales son la materia prima para que un grupo de mujeres elabore sombreros, carteras, gorras, tapetes y otros utensilios. Herlinda González (50 años) es una tejedora de la zona. Dice que en 1989 comenzaron a rescatar esta tradición. Hoy todas las familias dependen de esta actividad artesanal.
América Orrala elabora cerámica
América Orrala (80 años) amasa el barro con sus manos delgadas y callosas. Elabora recipientes de cerámica que sirven de utensilios de cocina. Vive en Cerro Alto, donde las familias son parte de un proyecto para rescatar esta actividad. Las piezas no se meten al horno para su acabado, sino que se ponen en tierra y encima se forma un cerro de ‘cagajones’ de vaca. Luego se prende fuego para que adquieran solidez. En estas ollas se prepara ‘el enterrado’, un plato que mezcla verde y mariscos.