Los paisajes de María Teresa García son extraños, son bellos y, sobre todo, son imposibles. La fotógrafa quiteña que viene ejerciendo hace 35 años el oficio ha encontrado, una vez más, un camino visual para expresar su relación con la naturaleza. Una naturaleza poética, que se parece más al anhelo que a la realidad.
García está exponiendo estos días una parte de su trabajo en Ileana Viteri Galería, bajo el marco conceptual de la ‘nonaturaleza’, es decir, paisajes alejados de la literalidad. Y las composiciones que logra están formadas por retazos de su memoria, es decir, de miradas aisladas (en tiempo y ubicación), que se juntan en su cabeza para elaborar geografías surreales a través de un programa de computadora. Con la técnica del montaje, por ejemplo, puede juntar imágenes tomadas en una exposición en el Museo del Agua en Quito, Yaku, con enormes extensiones de tierra de la Patagonia, en Argentina. Así es como se forman sus paisajes oníricos.
Viajera incombustible, García toma elementos de uno y otro lado -gracias a sus innumerables viajes por el mundo- para armar un mapa persosnal que le permite transitar por territorios imaginarios. A través de ellos da cuenta de un deseo de vitalidad que, penosamente, ve que se va perdiendo en los paisajes reales por los que se aventura a transitar.
María Teresa García
Se dedica a la fotografía desde 1978. Estudió en el Montgomery College, AA Photography y en la Universidad de Puerto Rico, Mayaguez, en las especialidades de Bellas Artes y Sociología.