Si el rock le teme al número 27, porque es la edad en la cual algunas de sus estrellas emblemáticas han muerto, la música clásica tiene su número 9; la novena sinfonía ha sido para algunos compositores la antesala de la muerte. Pero Philip Glass (Baltimore, EE.UU., 1937) acaba de componer la suya, y no solo sigue tan campante, sino que está activo componiendo.
La superstición inició con la muerte de Beethoven y supone que ningún compositor vivirá para ver una décima sinfonía, o que morirá después de haber compuesto la novena.
Al respecto, Hernán Pérez, especialista en historia de la música, dice que esta creencia “es un mito popular que no tiene validez dentro del campo de la musicología”. A razón del compositor y teórico Arnold Schoenberg, esta superstición nació con Mahler. “Parece que una novena es un límite”, es una frase que quedó registrada en un escrito del compositor bohemio-austriaco (cuando nació Bohemia pertenecía a Austria). Pérez afirma que esta falsa creencia fue transmitida al compositor por su esposa, la también compositora y música, Alma Mahler.
“Vale recordar que antes de Beethoven, la composición sinfónica era muy prolífica”, resalta la historiadora Ana Flor. Por ejemplo, Haydn escribió 106 y Mozart 41. Con respecto a Schubert, lo que se conoce en la actualidad como su novena sinfonía es su Sinfonía Grande. Pérez complementa: “En este caso específico existe un problema ya que la séptima sinfonía era una obra inacabada. Aunque estaba escrita por completo, sólo se había orquestado parte del primer movimiento”; esto era una rareza dentro de la composición de la época, y así la séptima de Schubert pasó a ser una sinfonía de un solo movimiento (lo habitual era que sean cuatro).
Bruckner murió supuestamente antes de completar la que hoy se conoce como su novena sinfonía, pero que en realidad era la undécima. Luego de su deceso, se encontraron dos partituras desconocidas: la Sinfonía Nº 0 (cronológicamente la Nº 2) y la Sinfonía Nº 00 (considerada un estudio de composición del autor). El caso más complejo de compositores que abonan a este mito apunta hacia Dvorák. Su primera sinfonía era desconocida hasta 1924 y, tras el conocimiento de la misma, la lista se actualizó a nueve obras sinfónicas. Flor especifica que un detalle curioso de este autor es que su novena sinfonía (Del Nuevo Mundo) es en realidad su quinta, ya que las tres primeras se publicaron años después de haber sido estrenadas.
“La supuesta maldición parecería ser, más bien, un acto de respeto a Beethoven y su legado”, dice Flor. Ella añade que la misma fue superada en 1953, cuando Shostakovich estrenó su décima sinfonía. A pesar de esto, el número de compositores que murieron tras su novena sinfonía no cesó con la décima de Shostakovich. Kurt Atterberg (en 1974), Vaugham Williams (en 1958) o Malcolm H. Arnold (en el 2006).
Contradiciendo ‘la maldición’, a sus 75 años Glass, además de haber presentado su novena sinfonía (de tres movimientos), que en las primeras semanas luego de su estreno estuvo entre lo más vendido en iTunes, está trabajando en una nueva ópera: ‘The perfect american’. Su novena fue concebida en Linz -donde Bruckner estrenaba sus obras-.
Glass estuvo a finales de abril en España para dar dos conciertos que repasaron toda su obra, incluida la etapa minimalista, que irrumpió hace 40 años en la escena musical. En Madrid aseguró que la relación de la novena con la muerte “no le impedirá seguir componiendo”. “Aun así, el diseño de presentación de su último disco: ‘Philip Glass-Symphony N° 9’ ha sido tomado por la crítica como un cartel al estilo réquiem”, señala Flor. La historia dirá.