El cineasta Miguel Alvear opina que la producción audiovisual no siempre depende de los individuos, si no de las políticas de estado.
Primeramente, ¿cómo concibe la división entre documental y ficción?
fakeFCKRemoveEs un debate casi tan antiguo como la historia del cine, es muy difícil hablar de una separación drástica entre ficción y documental; sin embargo, hay una necesidad que tiene que ver más con una plataforma de mercadeo o de presentar los productos de cierta manera. Pero ya en los sesenta Godard dijo que toda película de ficción es un documental sobre los actores, ahora es una discusión superada. Es muy difícil determinar dónde el documental deja de ser ficción y viceversa, esa división tajante ya no existe.
Sin embargo, con respecto a la distribución y exhibición, la ficción tiene mayor apertura en las salas…
Vivimos en un mundo que está dominado por Hollywood, entonces el más grande educador y formador de públicos son, por un lado, sus cientos de películas estrenadas en casi todos los países del mundo y, por otro, la televisión. Ambos espacios ya han sido tomados y privilegian un tipo de audiovisual. El documental entonces en la percepción del ciudadano común está más asociado con los reportajes de Discovery Channel o National Geographic noticias y también se lo percibe como algo “aburrido y serio”. A pesar de los prejuicios del público común, el documental es uno de los géneros más creativos, es donde más se experimenta.
Entonces, ¿hay un público específico para el documental? o ¿está destinado a festivales y salas pequeñas?
Lastimosamente es así, porque si somos realistas las pantallas del mundo están dominadas en un porcentaje altísimo por la maquinaria y el poderío comercial de Hollywood, es una especie de guerra ya ganada. Felizmente hay gestores culturales, promotores y estados que están luchando porque existan otros espacios, porque se venda otro tipo de imágenes, de pensamientos, de realidades. El público del documental es minoritario pero existe. El Festival EDOC (Encuentros del otro cine) ha logrado crear un público, es un mérito notable. Aunque no sean cientos de miles, es fiel y va con ansias a ver estas películas.
Pero con ‘Tierra’, de Disney, ‘Una verdad incómoda’, de Al Gore, ‘Shine a Light’ , de Scorsese, o el próximo estreno de Oliver Stone, ‘Al sur de la frontera’, incluso con ‘Five ways to Dario’, del ecuatoriano Darío Aguirre, ha habido apertura del circuito comercial…
Hay que contextualizar. No es lo mismo la película de Darío Aguirre que tiene atrás una pequeña empresa de producción, algún agente de distribución que esté moviendo la película. Por otro lado, están los otros documentales, con firmas reconocidas, documentales con un nivel de producción casi televisivo, pensados para una audiencia mundial y con un fuerte presupuesto. No se puede comparar un filme de menos de USD 100 000 con una producción de USD 30 millones.
A pesar de no tener mucha distribución en salas, el documental es aprovechado por el cineasta local…
Lo primero que guía es la plata. Hacer una película de ficción, normalmente (sin ser muy categórico), implica trabajar con un equipo más grande, recrear espacios, trasladar elementos, el nivel de costo es más alto. Mientras que un documental, hay quien lo hace solo, con equipos de video más accesibles. Otro aspecto del EDOC es que con él ha ido de la mano el movimiento documentalista ecuatoriano; este festival ha creado un público, pero también ganas para que la gente de aquí se ponga a hacer cosas…
¿Cómo se maneja la distribución del documental que usted está preparando (‘Más allá del mall’, sobre el proyecto Ecuador bajo tierra)?
Es un caso especial. Está financiado por DocTv, que es una red de televisiones públicas latinoamericanas, que pone el dinero para producir 17 documentales de la región. Es un proyecto que viene con una estructura de producción, con un claro financiamiento, no tocamos puertas sino ganamos una convocatoria pública… es otro camino.
¿La distribución del documental tiene mayores posibilidades en la TV?
Creo que sí, aunque los espacios son igualmente reducidos para la TV. Lo de ‘Más allá del mall’ y DocTv es un esfuerzo regional por colocar contenidos latinoamericanos en la pantalla. En una parte inicial se pasan en las televisoras públicas y luego se espera venderlos en mercados asiáticos, europeos, norteamericanos. En ello hay un esfuerzo político, porque no siempre depende de los individuos, sino que los estados deben tomar decisiones e implementarlas para que el audiovisual se desarrolle en cada uno de los países. Lamentablemente, el Ecuador no lo tiene en cuenta y estamos en desequilibrio con respecto a otros países de la región.
Si todo eso ocurre con el largometraje documental , ¿cómo está la situación para el corto cinematográfico?
El corto tiene sus espacios, casi siempre están en festivales. Pero pasa algo con él, hay un montón de sitios web dedicados a este género. En Europa hay mucho apoyo, por ejemplo, en Alemania, realizan una selección anual de 20 ó 30 cortos y los hacen circular por el mundo. El formato del corto es interesante, permite explorar, jugar, experimentar, y sus espacios de exhibición siguen creciendo con los nuevos medios.
O sea que apunta a otros canales de distribución…
Sí, hay cortos que se hacen con y para celular, se puede recibir programación (las novedosas ‘pocket-movies’) en los móviles o en la TV digital. Ahora la pantalla de cine ya no es la única posibilidad de distribución y exhibición.
Foto: Paúl Rivas / EL COMERCIO