La Casa de la Música protagonizó anoche, 25 de abril, una de sus veladas más brillantes con la presencia de la Orquesta de Cámara de Múnich (OCM), con motivo de la celebración de su noveno aniversario. Mozart, Haydn y Grieg también fueron homenajeados por el virtuosísimo de la interpretación del ensamble alemán.
La precisión y carácter con los que cada uno de los dos divertimentos de Mozart (en Re mayor, K.136 y en Fa mayo, K.138) sonaron cautivaron al público desde el inicio del concierto. Los prestos de ambas piezas se destacaron por la vivacidad y alegría que los intérpretes les imprimieron. Igualmente el Adagio y fuga en Do menor, K. 546 del compositor alemán fue largamente aplaudido por una audiencia reverente ante el espectáculo.
[[OBJECT]]
Hay que destacar la interpretación impecable del director y concertino de la OCM, Daniel Giglberg, quien además de vigor y entusiasmo en cada una de las cinco piezas interpretadas durante la velada, se lució en el Concierto en Sol mayor para violín y orquesta de cuerdas, Hob. VIIa:4, de Joseph Haydn. El sonido, que más era un canto, que logró con su violín como solista es un episodio que tardará en borrarse de la memoria de quienes lo presenciaron.
Y tras todas las emociones suscitadas durante la primera y el inicio de la segunda parte de la noche, la pieza escogida para cerrar el programa: Suite en Sol mayor opus 40, ‘Aus Holberg’s Zeit’, también conocida como la Suite Holberg, del noruego Edvard Grieg, fue un verdadero regalo para los oídos de la audiencia. La Orquesta de Cámara de Múnich dio vida a los cinco movimientos de una pieza bellísima que fue escrita originalmente como una suite para piano y luego arreglada por el mismo autor para una orquesta de cuerdas. Y los músicos alemanes que acaban de visitar Quito estuvieron a la altura del genio y perfección del más grande compositor noruego.
El aplauso cerrado, y de pie, de toda la sala obligó a los músicos a tocar una pieza más, no incluida en el repertorio. Y con esa última interpretación la OCM terminó de confirmar un virtuosismo digno de las veladas en el Olimpo