Se podría pensar que la Nueva trova cubana aún trasnocha al son de Ojalá; que sus seguidores llevan en los oídos más que música, una sobrecarga nostálgica de 40 años; que esos sonidos duermen y se levantan al vaivén de las izquierdas; que sus intérpretes llevan los pies ampollados de tanto perseguir utopías… o ¿será que la frescura de los años juveniles ha dado paso a otro tipo de madurez?
La semana anterior Vicente Feliú, uno de los puntales de la Nueva trova, y Tony Ávila, joven representante de la canción de autor cubana, se juntaron para un concierto en Quito. Horas antes de su función los interpelamos sobre esa música que se mostró al mundo en 1968 (año socialmente turbulento) y que se encendió como movimiento en 1972, con la marca de la Revolución Cubana.
Desde esos días, hasta ahora se reconocen tres generaciones de cantautores, tres generaciones que se suceden incluso en la forma de ser llamadas: Nueva, Novísima y Novisísima trova cubana.
Lo de trova lo mantienen por la misma razón por la que asumieron el término: recordar a quienes, guitarra en mano, iniciaron la canturía, en plazas y callejuelas, a fines del siglo XIX, cuando la independencia ante la monarquía española se gestaba en la isla.
También hay otros matices. Para Feliú, el trovador es “un animal de galaxias, pero con los pies en la tierra”; con ello dice que el trovador tiene que vivir y jugarse por su compromiso, tomar una postura (aunque esto no signifique prestarse solo a las apologás, sino también criticar). Y añade que si la realidad ha cambiado, lo que no, es “el deseo de la revolución de seguir siendo revolucionaria y de apostar por el ser humano, más allá de los ismos”. Para él, no existe el artista apolítico.
Y Ávila parece estar de acuerdo pues señala que como cantautor “asume una responsabilidad por cada oración que escribe, un compromiso por la humanidad, por tu gente y tu medio; no como si fuera un simple baladista”.
Eso de Nuevo respondía en los 70 – explica Feliú – a una realidad social, política y humana diferente, a un contexto radicalmente opuesto a lo habido anteriormente. Y si bien el adjetivo podría coincidir con juventud, en este caso no lo hace necesariamente. Para mostrar la contundencia de su reflexión, Feliú cita al chileno Víctor Jara: “canto que ha sido valiente / siempre será canción nueva”.
Los novismos, en cambio, según Tony Ávila, responden a apelativos creados por la prensa para referirse a los cantautores más recientes. Los novismos sirven para seguir un orden cronológico y evidenciar una continuidad que Ávila destaca porque la Nueva trova no es un género ni un estilo musical sino un movimiento.
“Cambia el modo de pensar / cambia todo en este mundo” rezaba la canción popularizada por la voz de Mercedes Sosa. Y así como todo cambia, que la trova cambie no es extraño. Y lo hace porque los contextos estéticos, poéticos, musicales, políticos y sociales son diferentes, como diferentes también son las influencias.
Si el ‘folk song’, la nova canción catalana, el cancionero argentino y la canción chilena marcaron y se entrelazaron con lo hecho por los cubanos en los 70, los ritmos de hoy no son descartados por los trovadores. Feliú no es contrario al reggaetón y se muestra sorprendido con lo conseguido por el rap; pero hay algo que debe primar: esas células rítmicas no pueden ser solo fenómenos masivos para estupidizar a la gente, deben tener un nivel altísimo de textos y búsqueda de crítica.
Ávila también busca que sus canciones no sean solo ritmo, sino un texto que pueda ser interpretado por el auditorio. Si la situación cubana se mantiene en sus letras, también lo hacen otras problemáticas como la migración, el racismo, los polos extremos de riqueza y pobreza. A tal punto es su preocupación por las letras, que los músicos que lo acompañan sobre escena confirman que sus sonidos están siempre en función de lo que Tony canta.
Si la Nueva trova pretendía relanzar la música cubana al mundo, distanciándose de los géneros que desde el mercado se tomaban como tradicionalmente cubanos por ser considerados contrarrevolucionarios; la música de Ávila rompió con esa idea, pues retoma esos ritmos (guaguanco, guaracha, salsa, son…) y los fusiona con otros como el bossa nova.
‘Ojalá’ sigue sonando. Hace 40 años hubo un despunte de esa música, hoy no tiene la misma convocatoria. Nuevos trovadores siguen viendo el mundo desde sus perspectivas políticas y poéticas. Como dice Tony: “Estamos atrincherados en la trova”.
Los fundadores de la Nueva trova
Silvio Rodríguez
Nació en San Antonio de los Baños, en 1946. Es la voz más reconocida de la Nueva Trova cubana, pues fue uno de sus fundadores y la ha difundido por el mundo con canciones como El necio, Canto Arena, Playa Girón, Sueño con serpientes, Mujeres , Canción urgente para Nicaragua y Ojalá.
Pablo Milanés
El cantautor y guitarrista fue influenciado por la música tradicional cubana y el ‘feeling’, al igual que sus colegas fundadores fue parte del Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC, institución que fue la base de la Nueva trova. También ha cantado los textos de poetas cubanos.
Noel Nicola
El primero de los fundadores de la Nueva Trova en fallecer (2005) dio un histórico concierto con Rodríguez y Milanés, en la Casa de las Américas, en febrero de 1968. Cuenta con una decena de producciones en solitario y con colaboraciones en toda la región. Fue hijo de Isaac Nicola, guitarrista cubano.