Como en una ensoñación, en la penumbra del Teatro Sucre, la música fue elevando a la audiencia, tal cual se elevaba el humo sobre el escenario. En las butacas solo había sitio para el suspiro que llegó, frecuente, durante toda la función.
El Festival Músicas del Mundo, María Tejada, Capella em trío y Ana Moura nos convocaron en ese espacio, en ese embrujo.
María Tejada con una gran voz, presentó los temas de un buen disco, ‘Nocturnal’. Los arreglos de Donald Regnier le dieron a los temas los aires del cancionero francés, del flamenco y de melodías portuguesas, pero manteniendo las esencias del pasillo. El amplísimo registro vocal de Tejada se extendió en modulaciones y tonalidades. En cada uno de los temas, instrumentos y voz eran una amalgama dada a la emociones.
De la presentación de Tejada, acaso cabe puntillar sobre su imagen, desenvolvimiento y presencia en el escenario. Eso sí, maneja su voz y maneja el micrófono con excelencia. Fascina su versión de ‘El espantapájaros’, tema de Gerardo Guevara; y también Fatalidad y Esta pena mía.
Y el pasillo también sonó con las voces y los sonidos de Capella em trío, en lo que fue su interpretación de Petita Pontón. Ellas, las mujeres Alvarenga, fueron todo sonrisas, el gran carisma de Luciana, la dulzura de Zefinha, la sinceridad de Ana. Complicidades sobre el escenario, que se traducían en bailes y gestualidades atinadas para la celebración de la música, de los chorinhos y las sambas que se alternaban y mezclaban en las voces de las tres.
Ana Moura fue una diva en tablas, lo fue por su canto y por su ‘divinidad’. Destelló en la noche con su voz cuando su figura aún se ocultaba tras el telón. La cortina se abrió despacio dejando ver la silueta de la fadista y la presencia de tres músicos rebosantes de arte. La guitarra portuguesa (con un solo de delirio), la guitarra y el bajo comulgaban de la poesía y del alma de un Portugal que respiró sobre el escenario.
Dulce tristeza es el fado y dulce tristeza se expresaba en la voz de Moura. Ella advirtió que los temas a interpretar serían los de su más reciente producción, pero ya al avanzar la noche y al inflarse el sentimiento vinieron canciones pasadas, Os Búzios, Vou dar de beber a Dor o No expectations, de los Rolling Stones.
Vestida de negro, con un brillo plata y una sonrisa que iluminaban el lugar, Moura cantó e invitó a cantar, halló la intimidad y vivió en complicidad con sus músicos, sedujo y llenó de sentimiento al público y este se volcó con ovaciones a sus pies.