Los niños de Arteducarte visitaron su muestra

Mirando su propio arte.   Los alumnos de la  Escuela República de Bolivia, en la muestra de Arteducarte.

Mirando su propio arte. Los alumnos de la Escuela República de Bolivia, en la muestra de Arteducarte.

La mañana abierta sobre la ciudad. Tres buses enormes junto a la entrada principal del Centro de Arte Contemporáneo de Quito (CAC). Hileras de niños, uniformados de azul, cruzando el portón de cristal y de piedra. Los pasillos llenándose de voces y de risas. Así se inicia el recorrido que los mismos niños creadores hacen por ‘Descubriendo los colores de la vida’, la undécima muestra de Arteducarte.

Hasta el portón del CAC, las maestras son guías de los muchachos, desde ese punto para adentro y por alrededor de 30 minutos, son los artistas quienes se apersonan de los grupos. Delante de los niños, moviéndose por los colores y las obras, están Pablo Gamboa, Daniel Carvajal, Dolores Ortiz y otros artistas participantes del proyecto, soltando preguntas, buscando comentarios.

Los niños son todos estudiantes de la Escuela República de Bolivia, de Quito. “Vamos a ver sus proyectos”, les dicen y todos empiezan a caminar; mientras lo hacen se les pide que recuerden cómo fue el proceso de elaboración de las obras, qué materias se reforzaron, cuáles valores se pusieron en práctica. El artista motiva y los chicos responden entusiastas.

Hay unas ganas de comunicar; las manos se levantan y Fernando, ávido de participar, recuerda la escritura de un poema. Es el proyecto de los ‘Poemas megafónicos’, que además de trabajar con el eslogan “reduce - reusa - recicla”, les permitió“jugar con el lenguaje”, como dijo Joselyn.

Frente a lo conseguido por sus alumnos, las ‘profes’ también quieren compartir las experiencias; decir, por ejemplo, que Arteducarte es un camino para que los niños expresen lo que sienten, que hay posibilidades de aprender conocimientos desde el humor y la amistad.

Y esa amistad se evidencia cuando los niños, juntos y emocionados, buscan sus trabajos y repiten desde distintos puntos de la sala: “Mira, mira, mira... ese es el mío”. Y sí, ahí están catalejos que los invitan a desear, naves espaciales en origami para viajar a estrellas fugaces y planetas de sueños, botellas para hacer música. Y sí, ahí están conocimientos de matemáticas, de ciencias naturales, de lenguaje...

Un momento, un grupo se detiene frente al proyecto de los medallones de la amistad. Coordinado por María Isolda Vinueza, los niños se sientan juntitos y el artista propone acordarse de una canción. Suenan las voces en coro: “Había una vez, un lobito bueno al que maltrataban todos los corderos...”. Y cantando ese mundo al revés invitan a que todo el público se sume a la muestra y la visite hasta el 30 de octubre.

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