‘Nos ofreció cerezas y un momento de agradable compañía”. Así agradecía Julio Cortázar a Nicole Rouen, en las primeras páginas de ‘Los autonautas de la cosmopista’. Eran los años 70 y era París, cuando Nicole, junto a Jorge Enrique Adoum, hablaba de poesía y literatura con Alejo Carpentier o Juan Rulfo.
Así como dejó de llamarse Nicole Werren, para empezar a ser Nicole Rouen en los teatros europeos; pasó a ser Nicole Adoum cuando se casó con el poeta ambateño; ambos en segundas nupcias. Fueron 39 años los que vivió junto al ‘Turquito’, quien falleció en 2009. El miércoles, a las 23:00, Nicole fue al encuentro de su Jorge Enrique. Un infarto masivo segó su vida, a los 72 años.
Cuenta su hijastra, Rosángela Adoum, que el miércoles fue un día de tranquilidad. “Estuvimos todos juntos al mediodía, porque era el cumpleaños de uno de mis hijos”, dice. También cuenta que Nicole visitó la Fundación Guayasamín, donde recibió algunos documentos para la construcción de una casa: la Fundación Jorge Enrique Adoum. Por la tarde ultimó detalles para un viaje de descanso en Cuenca. “Era la compañera por excelencia. Fue compañera de mi padre y era compañera de los amigos; sabía hasta el último detalle de sus gustos. Era una persona generosa sin límites y de una finura extrema”.
Nicole nació en Gimel, en la parte francófona de Suiza. Consentida por sus padres y hermanos, no halló oposición cuando quiso dedicarse al teatro. En ese espacio conoció a Adoum. Y en sus lecturas de juventud que entonces pasaban de Víctor Hugo a Francois Villon, de los simbolistas franceses a la poesía de la Grecia clásica, se encontró con América en la pluma de Adoum.
El 5 de marzo de 1987, la misma fecha del terremoto en la Amazonía, Nicole llegó a Quito. De esos primeros días, el poeta Julio Pazos recuerda su amabilidad y cortesía, características que se multiplicarían con los años. En las reuniones se esmeraba por atender a los invitados y preparaba platos árabes, que aprendió a hacer con la familia de su esposo. La comida se acompañaba con su cuidadosa selección de vinos.
Además de una excelente traductora del español al francés, Pazos encontró en Nicole todos los intereses de una persona de letras. Esos intereses se volcaron en Ediciones Archipiélago. “No practicaba una actividad editorial mecánica, sino que meditaba sobre los textos a publicarse”.
El compositor Gerardo Guevara la recuerda muy culta, inteligente y activa. “El gran poeta que todos conocemos se sentía muy bien acompañado”, señala el maestro, entre la pena y la sorpresa. La amistad entre ellos era firme, pues vivían en el mismo edificio de la av. Colón.
Profundamente conmovido el escritor Jorge Dávila Vásquez dice: “La Nicole ha sido como una hermana, guardo sus cartas como tesoro”. Y añade: “se preocupaba por la difusión y la proyección de la cultura del país. Sentía una gran pasión ecuatoriana”.