La pendiente de una loma cercana a un populoso barrio guayaquileño, hoy es una zona de investigación científica. A lo lejos, a ratos, se escuchan los pitos de los autos que atraviesan la polvorienta calle. En tanto, el ruido de maquinaria pesada que trabaja muy cerca se mezcla con la especie de susurro que generan varias espátulas de metal escarbando la tierra, en busca de la necrópolis de la cultura Milagro-Quevedo, también conocida como Chona
El populoso sector de La Ladrillera (Flor de Bastión), donde predominan casas de caña y calles de tierra, es el escenario de un reciente hallazgo arqueológico. Una doble cinta plástica con la palabra ‘peligro’ demarca unos 40 m², de los cuales la mitad forma parte de la primera excavación, que comenzó hace pocos días.Un equipo de 13 personas, al mando del arqueólogo y consultor Telmo López, trabaja en los estudios y en el rescate arqueológico de las piezas halladas en el lugar, también conocido como Las Iguanas, que se trata de una invasión en el noroeste de Guayaquil. A inicios de agosto pasado, en el sitio fueron halladas 11 vasijas grandes. Estos restos, según los primeros estudios, pertenecen a un cementerio de la cultura Milagro-Quevedo y tendrían aproximadamente unos 1 700 años de antiguedad.
Luis Guerrero, director regional del INPC, Zona 5, asegura que se logró conseguir el financiamiento para el proyecto de investigación arqueológica, que asciende a los USD 28 000. El plazo para terminar los trabajos ‘in situ’ será de tres meses.
“Fue sumamente difícil conseguir el financiamiento. Como institución del Estado, el presupuesto se programa durante los últimos meses de cada año para trabajar el siguiente año. Tuvimos que hacer muchos esfuerzos, y lo logramos debido a la urgencia que ameritaba financiar estos estudios”, dice.
En un primer tramo del sitio se aprecian restos de varias vasijas así como osamentas dispuestas en distintos lugares.
“Se trata de una necrópolis Chona o Milagro-Quevedo. Lo que podemos ver hasta ahora es que el hallazgo corresponde a una ceremonia ritual. Al haber varias osamentas es posible que se haya producido una muerte masiva, producto de algún virus que trajeron los españoles en la conquista, por ejemplo. Estos aborígenes no tenían anticuerpos capaces de soportar estos virus”, dice López.
Los expertos creen que se trataba de un tipo de ceremonia, en la cual la gente se reunía alrededor de un muerto; y alrededor de este, varias vasijas pequeñas que fueron usadas para almacenar líquidos y granos. Es posible que al ser ceremonias rituales esas vasijas hayan contenido chicha, que era la bebida que utilizaban para socializar. “Además, hallamos ollas pequeñas que contenían cráneos”, cuenta el arqueólogo.
Junto a López trabajan los también arqueólogos ecuatorianos David Leyton y Javier Véliz, así como la voluntaria alemana Stephanie Klorr.
En el sitio también hay otras 10 personas especializadas en este tipo de labores de excavación. Son oriundas de la comuna El Azúcar (Santa Elena), y ya tienen experiencia pues han trabajado antes en otros sitios del país con investigadores nacionales y extranjeros.
Cada pieza encontrada es medida y fotografiada. Como parte de los estudios, se debe levantar un dibujo a escala y hacer una digitalización de la forma cómo están dispuestos los hallazgos.
Después del registro fotográfico de todas las piezas, se las extrae y remite al INPC. López explica que luego se buscará unir los fragmentos rotos y lograr una aproximación al objeto original.