El canguil, el cebiche, el atado de perejil y la cebolla. Todo estaba sobre la mesa.
Las mujeres afroamericanas tenían casi todo preparado. Solo esperaban a los comensales que ayer acudieron a la Plaza Cívica de Carapungo para disfrutar de la comida, de la música y de la danza afroecuatoriana.
Galo Yépez, jubilado de las Fuerzas Armadas, concurrió temprano con su familia al festival Fiesta para el Barrio, y se situó en las primeras filas.
Desde niño bailaba bomba, porque nació en la provincia de Imbabura. Se enteró del concierto de música afro a través de la radio HCJB. El primer grupo en presentarse fue Ochun, integrado por siete bailarinas y seis músicos. El ritmo de la marimba, el cununo y el cajón peruano encantó a los presentes.
Galo Yépez los acompañó de principio a fin con las palmas y varias veces repitió el estribillo de la canción de Ochun: “Ah, caramba eh, ah, caramba eh”. Su esposa, que estaba junto a él, movía el cuerpo desde la silla donde estaba sentada.
Para el músico Limber Valencia, este festival está pensado para invitar a las familias ecuatorianas a conocer más sobre la cultura afroecuatoriana y fortalecer la identidad. La mayoría de los 16 grupos musicales que se presentaron ayer, en Carapungo, está conformado por niños y jóvenes de algunos barrios de Quito que forman parte del proyecto de música de la Mama Cuchara.
Limber destacó también la participación del grupo Abuelas, de casi 70 años, que hicieron una presentación demostrativa de cómo bailaban antes.
Las organizaciones afroecuatorianas, que prepararon el festival, que comenzó cerca de las 11:30, tenían previsto finalizar este encuentro a las 18:00.
María Benavides no quería irse hasta no bailar la bomba, aunque confesó que no lo hace con tanta soltura como las mujeres afroamericanas. “Ellas llevan el ritmo adentro”. Luisa Arce, una mujer afro, oriunda de Imbabura, no dejaba de mover las caderas mientras freía las empanadas de morocho que llevó envueltas en plástico para que no se deshicieran en el camino a la Plaza Cívica.