Sergio Mercurio no transita Quito con la actitud de un turista, sino con la de un antiguo habitante. Durante el año 2000, este titiritero argentino (banfileño, precisaría él) vivió en la ciudad y la conoció a fondo; por eso la puede sentir.Ha perdido la cuenta de cuántas veces ha visitado Ecuador en los casi 19 años que lleva viajando con sus títeres por el mundo. Desde ayer, hasta mañana, presenta en el Teatro Sucre su obra de títeres para adultos: ‘Viejos’. Mientras su esposa y su hija menor lo esperan en la habitación del hotel, él se toma unos minutos para hablar de su arte y de la obra con la que vuelve a Quito.
¿Qué es lo que sus personajes quieren del mundo?
Eso es lo que yo trato de descubrir, porque sospecho que los títeres vienen a decir algo que yo debo descubrir. Es como si yo fuera el nexo entre ellos y el mundo.
Una especie de médium’
Exactamente. Mientras trabajo con la esponja aparecen figuras que quieren comunicar algo.
Cuando pasa eso ¿usted qué hace?
Empiezo a jugar, para entender cómo acercarme a ese material y dejarlo que comunique. Y cada vez son nuevas cosas, van apareciendo temas.
¿De qué quería hablar Boby (su primer títere)?
De la libertad y la independencia. A través de Boby yo me interpelaba a mí mismo sobre los temas que importaban. Y así con cada personaje en diferentes etapas. Pero luego el personaje adquiere una personalidad que de pronto me excede, y empieza a contar su historia.
Cobra vida’
Sí, y yo empiezo a respetar esa entidad y me siento agradecido de tener que ver con la posibilidad de que él se exprese.
¿Qué o quién es Boby para usted?
Es el responsable de que yo sea titiritero; así de simple. Es un personaje al que admiro mucho, me gusta cómo es.
Descríbalo’Es un joven desfachatado, que es superdirecto en lo que piensa y en lo que siente, es simpático, es encantador’ y se ríe mucho de mí; no me cree. Por ejemplo, si él estaría ahora aquí, se pasaría todo el tiempo demostrando que es mentira todo lo que digo.
Esto que cuenta, ¿no da para pensar en que usted tiene algún rasgo bipolar?
(Sonríe). Sí, alguna vez alguien dijo que esto es una esquizofrenia controlada. Yo me identifico con eso que escribió el poeta chileno Vicente Huidobro, en ‘Altazor’: “Es necesario para mí por lo menos cometer una locura al año para no volverme loco”.
Ya’
Es que los muñecos a mí me permiten escuchar todas las voces que tengo adentro.
¿De qué hablan sus muñecos ahora?
Hay un tema que atraviesa siempre mi trabajo: la libertad. No es explícito ni funciona como denuncia o fórmula’ Pero la temática que hoy por hoy me interesa más es la vejez.
¿Por qué?
Porque me parece que el hecho de que una persona viva muchos años es un evento extraordinario. La vejez cuestiona los parámetros con los que vivimos.
¿A usted no le asusta la vejez?
No, a mí me gustaría llegar a viejo. De hecho, estoy trabajando para eso.
¿De qué trata la obra ‘Viejos’ que presenta en Quito?
Es una obra que muestra ocho viejos con sus diferentes vidas. Algunos dejan ver cómo la alegría es parte de la vejez.
Difícil asociar la alegría y la vejez’Es que la gente suele pensar: “Pobres los viejos”. Los viejos que yo presento no son ningunos pobres, todos están muy vivos, tienen una postura ante la vida, con la única diferencia de que son viejos, y eso no es malo. A mí me interesa mostrar otra cosa’
¿Qué?
Para empezar no quiero ser condescendiente, sino mostrar que el viejo está vivo, que es alguien que ha vivido mucho, y que, si te permites mirarlo de verdad, ves su condición como un evento fascinante.