Son reflexiones que se arrojan desde la cotidianidad del sentirse mujer, y que dejan la proclama, más no la política, para asumir las artes gráficas y performativas como medio expresivo. Se trata de Arte Mujeres Ecuador (AME), más que una muestra una plataforma de la mujer en la dinámica y el circuito del arte contemporáneo.
Si bien las mujeres han tenido un sitio válido en las artes del país con -por mencionar algunas- Araceli Gilbert, Dolores Andrade, Paulina Baca, Germania Paz y Miño de Breihl, Paula Barragán, Carmen Silva, Ana Fernández, Larissa Marangoni, ahora asumen un rol más inclusivo, que se funda en la gestión de Ibeth Lara, Tania Lombeida y Pamela Pazmiño, de La Emancipada, que convocó a esta exhibición.
En el Museo de Artes Gráficas se pueden ver pinturas, instalaciones, esculturas, videos, fotografías, ilustraciones o el resultado de algún performance. Pero sobre todo, lo que en AME existe es la multiplicidad de visiones sobre la cotidianidad de la mujer.
Se pueden hallar elementos y soportes en común para tratar la temática de la curaduría (De dilemas y otros enredos en las situaciones amatorias, propuesto por la antropóloga visual Marisol Cárdenas); y cada pieza se construye desde la intimidad hacia el exterior. Ejemplo de esto es la instalación ‘La ausencia de la presencia’, de Daniela Ortiz, que con sutileza y detalle transmuta el luto y la soledad. O como las memorias de relaciones amorosas mueve ese relato al borde de la ficción que es ‘Antuan y Amelia: apología de complejos recuerdos’.
Por ese juego de lo emocionalmente personal en un espacio de exhibición pública, las reivindicaciones femeninas, que están presentes y comunican, se suscriben al riesgo de las relecturas, las resignificaciones y las estéticas planteadas. Los conflictos de las creadoras disparan cuestionamientos hacia el ojo espectador. Las críticas se proyectan sobre las instituciones sociales, como el matrimonio y la familia en el arte objeto de Mayra Rivas; sobre las convenciones impuestas, en ‘Mujer objeto’, de María Salazar; sobre el rol de la mujer puertas adentro, en los performances de María Fernanda Gallardo y Anna Navas; o sobre la historia, la educación, la religión, el sexo en la ilustración de Suerte.
Los referentes para las obras entran desde los cuentos clásicos, como en el arte digital de Lorena Cordero y la escultura de Natalia Espinosa, o desde la cultura popular en el caso de la Ekeka, de Glenda Rosero. Hay piezas que asumen una expresión inocente y tierna, como la de Johana Sánchez, o de conflicto entre el pudor y el ser animal (ilustración de Billie Black); mientras otras apuntan hacia la transgresión, así, la serie fotográfica de Marcela Ormaza o la instalación ‘Flagelación’, de Mercedes Quishpe.
En AME, además de la tarea de difusión del arte hecho por mujeres y de un fin cuestionador de los discursos de representación, se deduce también un ensayo de teorizar estas prácticas de gestión y creación artística.