Cuatro pantallas en los muros de una sala del Centro de Arte Contemporáneo, la música electrónica retumbando en sus rincones y artistas de la computadora, marcaron el ambiente de la noche del jueves. La gráfica de Motomichi Nakamura fue la esperada por las más de 300 personas que asistieron al antiguo Hospital Militar.
Desde las 20:00, hasta las 23:00, la animación digital fue el eje de esa cita. Pero la presentación levantó comentarios entre los asistentes, muchos de los cuales se acercaron por primera vez a esta manifestación, la de los vj.
¿Es, acaso, la escasez de estos eventos una causa para la dificultad de entenderlos?
Ver a las artes visuales insertas en una cotidianidad, distinta a la que ofrece una galería, es un reto para la organización y, ciertamente, para el público que no está acostumbrado a estas prácticas.
Sin existir un referente o un contexto se dificulta la aprehensión. Mostrar no es suficiente, vale informar y reflexionar se pide que el artista invitado exponga sus perspectivas sobre el diseño, sobre las artes visuales, sobre la animación, sobre todo aquello que conforma su trabajo.
Motomichi llegó, mezcló sus animaciones, sus creaciones jugaron con la música y con el espacio; pero no hubo mayor contacto ni mayor comunicación con quienes fueron a verlo.
Su arte sorprendió por la intensidad, por esa sugerencia de violencia desde personajes minimalistas, un bestiario que se configuró desde la sencillez de los diseños, desde esa paleta reducida que deja abiertas las lecturas y su correspondencia con la música electrónica. Pero recae en la organización (Grafitat), el establecer otros espacios de discusión, para que esta presentación no quede en la anécdota; en algo que bien podría haberse llamado ‘Farrea con Motomichi’.
Los catálogos distribuidos asombran desde su concepción, portadas distintas en cada ejemplar, y una amplia muestra de ese universo creado por Motomichi.
La presencia de kik dj y Sr. Siniestro vj crearon una atmósfera y cerraron el evento con una relectura de ‘Chacón Maravilla’, película infantil ecuatoriana, que data de los años 80. Interesante juego entre lo audiovisual con firma nacional y mixturas de la música ecuatoriana con sonoridades digitales.
La convivencia en un espacio alternativo, la presentación del artista gráfico contemporáneo y las carencias que evidenció el evento, dejan abierta la puerta para un debate mayor, y aquí se lanza la pregunta: ¿Qué le pareció, lector, la presentación de Motomichi, organizada por Grafitat, en el Centro de Arte Contemporáneo?