Vidal Guale, miembro de la comunidad Los Ceibitos, posa junto a las tallas de piedra. Foto: Enrique Pesantes/ EL COMERCIO
Los comuneros han equiparado las figuras de monolitos con las de santos y dioses. Las bajaron a sus plazas y las erigieron como centros de identidad. A San Biritute, talla de apariencia humana, le atribuyeron en Sacachún (Santa Elena) poderes divinos: el don de originar la lluvia (aunque fuera bajo azote) y de propiciar la fertilidad entre las mujeres que rozaban su zonas íntimas con la forma fálica de la piedra.
En 1539, cuando los padres dominicos ordenaron acabar con toda adoración profana y desalojaron de la plaza de Chongón (Guayas) a un mono precolonial, la escultura de San Jerónimo también desapareció de la Iglesia. La imagen fue encontrada en el mismo pozo, monte adentro, en que los españoles habían ocultado el monolito. El simio volvió a la plaza y el santo, a la iglesia.
Un estudio del Instituto Nacional de Patrimonio Cultural (INPC) concluyó que cuatro figuras similares encontradas en el recinto Los Ceibitos, de la comuna Las Balsas, en Colonche (Santa Elena), corresponden a señaladores de tumbas. “La recurrencia así lo demuestra; son como nuestras lápidas, están asociados a cámaras funerarias”, dice José Chancay, arqueólogo del Instituto.
La investigación de la Regional 5 del INPC surgió a raíz del hallazgo de cuatro monolitos, que recolectores de miel encontraron en el cerro Dos Tetas –a una hora y media de camino de Los Ceibitos–, entre octubre del 2013 y septiembre del 2014.
En primera instancia, los comuneros hallaron dos tallas a escala humana, la más grande y conservada tiene 1,70 metros de altura. La escultura representa a una figura masculina, desnuda y de pie. Sobre la cabeza tiene un tocado o casco de apariencia similar al de San Biritute. Una tercera talla tiene forma de mono y mide 1,30 m. La cuarta tiene solo 63 centímetros y forma femenina.
El equipo de arqueólogos excavó 10 sitios y encontró cuatro cámaras funerarias bajo las esculturas ancestrales.
La noción de marcador de tumba aparece en 1961, tras los trabajos de Carlos Zevallos Menéndez y Olaf Holm, en Cerro Bellavista, también en la cordillera Chongón-Colonche. Pero era un término utilizado ante todo para las ‘huancas’ sencillas, piedras sin labrado, según explica Chancay, jefe técnico del proyecto. “Lo interesante es que esta investigación comprueba que las figuras humanas y animales también tenían esta función: marcar un lugar de enterramiento”, subraya el arqueólogo. “Y que estas prácticas también se daban más al norte de la cordillera”.
Los investigadores determinaron que el sitio corresponde a un cementerio precolombino de filiación cultural Huancavilca (650 d.C. – 1532 d.C.). Los recolectores de miel dieron con los monolitos porque las tumbas son del tipo de “pozo profundo y cámara lateral”; las abejas excavan el suelo removido para construir sus panales hasta 2 metros bajo tierra, en la cámara que contiene el entierro.
En las cuatro cámaras se encontraron 15 cuerpos y un ajuar cerámico: botellas, compoteras, artículos de piedra tallada, cobre y cobre dorado. “Fue algo sorprendente ver 40 vasijas en una misma tumba, con hasta ocho cuerpos”, cuenta Vidal Guale, presidente del Comité Cívico-Cultural de Los Ceibitos. Los hallazgos trajeron al olvidado recinto una cancha, el lastrado de sus dos calles y 25 viviendas nuevas.
Los comuneros, que aún lamentan las malas condiciones de las vías de acceso, participaron de la excavación y exhiben en su recinto las cuatro tallas, que datan del 1 200 y 1 400 d.C. Contabilizaron todo lo que se encontró y esperan que las piezas vuelvan a un museo de sitio, con caminos de campo al yacimiento, en un proyecto que gestionan con la Prefectura de Santa Elena.
La mayoría de los sitios fue “huaqueado” a mediados del siglo pasado, pero el INPC encontró dos tumbas intactas. Según Guale, el sitio, donde se encontró evidencia de que existió actividad agrícola de montaña, tiene casi 10 hectáreas.
El arqueólogo Chancay advierte que el proyecto aún no ha terminado. El equipo investigador quiere delimitar el yacimiento e impulsar una declaratoria patrimonial. “Probablemente existan más monolitos”.