Myriam Merchán. Filóloga por la Universidad Aristóteles de Tesalónica. Profesora de la PUCE.
Las palabras nos permiten compartir nuestra humanidad, son –deberían ser– las protagonistas de nuestras relaciones, socializan el conocimiento, pues los seres humanos, al igual que nuestras palabras, existimos plenamente en cuanto nos damos a los demás.
Desde la Filología clásica, el mito es fundamental en la tradición cultural de los pueblos que la difunden a través de sus poetas y sus palabras: buscan reivindicar su memoria y, con ella, la trascendencia para afianzar el desarrollo de nuestra humanidad.
María Zambrano, Premio Cervantes 1988, quien conoció, amó y difundió la tradición clásica, y con ella el anhelo y el respeto por la libertad, la solidaridad, las palabras, el amor… afirma que:
Toda cultura deja ver la necesidad de imágenes que sostengan y orienten el esfuerzo y el anhelo –la pasión– de ser hombre. Sin duda de ella ha nacido el mito, los mitos… Bajo estas formas poéticas aparecen estas imágenes de la vida humana que, por encima y más allá del tiempo cotidiano, engarzan el pasado más remoto y el futuro inaccesible. Y se ciernen –dirigen y hasta justifican– sobre el hacer y el padecer que constituyen la historia de un pueblo.
El mito, mythos en la tradición helena, nos relaciona con la belleza, nos invita a comprender el mundo y lo que se desarrolla en él desde múltiples perspectivas para asumir así su complejidad.
El desarrollo de la conciencia mítica se dirige hacia un devenir, hacia acciones y actores que no se relacionan siempre de acuerdo a las leyes del intelecto, sino que se alejan de ellas con composiciones y relaciones fantásticas, lo que permite que nos asumamos en nuestra totalidad de seres que sienten y piensan: que piensan sintiendo y sienten pensando.
El mito está vinculado irremediablemente a la memoria, busca trascender, multiplicarse a través del arte de la mnemotecnia, que se atribuye a un poeta griego del siglo VI a.C., Simónides de Ceos, quien afirmaba que: La pintura es poesía silenciosa, y la poesía es pintar con el regalo de la palabra.