La perspectiva irónica parece ser una constante en la dramaturgia de Peky Andino. Y algo de eso hay en ‘Moros en la azotea’, pieza de la cual es autor y director, y que está en temporada en el Patio de Comedias.
Algo de eso hay, pues mantiene un humor oscuro sobre la estructura de la sociedad y sus fenómenos. En este caso, liga la migración y el terrorismo, en una situación planteada desde el equívoco y el absurdo y que deriva, inevitablemente, en un final tragicómico.
En Babylong (el polo de migración), Babi, caricatura de la hispanidad, trabaja en ventas por teléfono y recibe la inesperada visita de Musta Chinatown, un latinoamericano con rasgos moriscos. El fascismo impulsivo caracteriza a Babi, y una sospecha de terrorismo recae sobre Musta. Más allá de las diferencias por prejuicio e ideología está el choque de dos pasados y de dos realidades, similares en el idioma y en las arquetípicas relaciones materno filiales.
Sobre Musta pesa la figura de su madre, quien, con los temores de una burguesía hipócrita y homofóbica, mantiene el control en las decisiones de su hijo. Por su parte, Babi es quien pretende controlar a su vástago, quien convive con una negra africana. Ambas relaciones establecen un juego de castraciones simbólicas.
En el diálogo entre los personajes se van desenredando sus vanidades, sus temores y sus identidades. Mientras que a Musta su color de piel parece representarlo ante el mundo, Babi está comunicada con el exterior exclusivamente con su voz. Hay un tercer personaje, la amiga de Babi, más bien tangencial, pero necesario para el final que propone Andino, una resolución que cierra círculos y que no escapa del mensaje.
En la puesta en escena, l a actuación, si bien hay destellos de versatilidad, es asumida desde la farsa, con actitudes ya vistas antes en las piezas de Andino. Las escenas iniciales no dejan de ser sosas, a lo que se suma una gratuidad en el gesto que, al hacerlo evidente, desarticula la ironía del texto.