Marcelo Chiriboga: autor, síntoma y broma del ‘boom’ latinoamericano

Ilustración: Miguel Almeida

Ilustración: Miguel Almeida

Fue, quizás, un juego de máscaras y ventriloquia; acaso también un “favor”, como dijo uno de sus padres; talvez el síntoma más evidente de la invisibilidad o la caricatura del escritor del ‘boom’, cuyo estallido aún resuena. Fue, en esa dimensión de ficción lúdica e incierta realidad, un ecuatoriano de letras, cuya única novela fue aplaudida en los Andes, Centro América y allende el mar.

Con sus dos padres muertos, uno, el chileno José Donoso, en 1996, otro, el mexicano Carlos Fuentes, hace cuatro días (pocos para asimilar la pérdida), Marcelo Chiriboga, ficticio autor ecuatoriano gestado en las tertulias y en pocas novelas de ambos escritores, vuelve a nuestra mente. Para evocarlo, entenderlo y, en la medida de lo plausible, asumirlo, acudimos a los estudios del narrador y sociólogo ecuatoriano Carlos Arcos Cabrera; seguimos las páginas de ‘El jardín de alado’ y ‘Donde van a morir los elefantes’ (Donoso), ‘Diana o la cazadora solitaria’ y ‘Cristóbal Nonato’ (Fuentes) y ‘Las segundas criaturas’. Esta última, novela de Diego Cornejo Menacho, publicada en el 2010.

En la literatura de Fuentes ,Chiriboga camina como una referencia, es un ser etéreo y un personaje secundario, una mención. En la de Donoso es una figura clave para la tensión narrativa y se configura como proyección del escritor chileno en las páginas de la ficción. En Cornejo es el protagonista que voltea el pensamiento hacia el pasado y lo vivido.

Si para los del ‘boom’, Chiriboga nació en Cuenca, Cornejo es más preciso en aspectos de abolengo y genealogía, lo hace originario de Riobamba. Físicamente era -a los ojos de Donoso- “tan bien hecho como una de esas figuras creadas por orfebres renacentistas...”; lucía, desde su presencia aristocrática, su cabellera plateada, entrecana o cenicienta, su piel morena o cetrina, su rostro adusto.

Con esa facha se presta -en las narraciones- a la conquista de damicelas y señoronas, a la charla en reuniones de bohemia, a la nostalgia por su tierra desde un París que lo recibió tras pasar por México, de donde fue expulsado. Dejó el Ecuador y su puesto gris como burócrata ministerial, ante el rechazo de sus colegas, quienes no podían entender la literatura desligada del compromiso político - “la vida intelectual de Quito es insuficiente, hostil, devoradora”, habría dicho.

Si bien, Chiriboga, en sus años mozos, fue camarada en el Partido Comunista, la literatura y su goce absorbieron su ideario y sus horas. Dicen que Benjamín Carrión le ayudó a salir de su terruño y que la agente literaria Nuria Monclús (no sería sino la ficción de Carmen Balcells) fue gratamente sorprendida por su novela ‘La caja sin secreto’. Ganó el Premio Cervantes y envejeció. Murió en París, no se sabe si fue con aguacero -citando a César Vallejo-, de un cáncer al hígado.

Era la imagen idealizada de todo lo literario y mundano a lo que aspiraban los escritores sesenteros. Para Arcos es la presencia enmascarada de José Donoso, su simbiosis y representación. Fuentes -en cambio- dijo, en entrevista con este Diario, que Chiriboga fue el favor que él y el chileno le hicieron a la literatura ecuatoriana; un miembro del ‘boom’.

“Es la presencia del fantasma de esa literatura ecuatoriana que fue muy poderosa en la región hasta los años 50. Ese vacío dejado es tomado, desde la ironía y al perversión, por Fuentes y Donoso”, señala Arcos Cabrera. El escritor quiteño considera que una figura como Marcelo Chiriboga tiende a fortalecer la imagen de invisibilidad de un literatura que, después de Icaza y ‘Huasipungo’, no pudo trascender límites nacionales; “pero lo cierto es que tras ese fantasma hay una literatura; con limitaciones pero existe”.

Dolorosa por cierta, la ausencia de un ecuatoriano en el ‘boom’, ha sido digerida con humor y reflexión, antes que con lágrimas y rencor, a través de la figura espectral de Marcelo Chiriboga. Para vivir nada mejor que una novela.

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