Para las ciudadelas y para las urbanizaciones, para las calles que llevan sus nombres; para Las Acacias, Los Cedros, Las Buganvillas… Esa forma vana de recordar lo que alguna vez estuvo plantado en la tierra. Y, sobre todo, para repensar el progreso, la artista Larissa Marangoni instaló ‘Invidencia’.Lo hizo en el patio de la Casa de la Magnolia, allí junto al parqueadero Cadisan, en el espacio donde funciona la Secretaría de Coordinación Territorial y Participación. Un lugar visitado, donde el sonido de los autos, se mezcla con el aroma de las magnolias; donde, a distancia de la historia, el ritmo de vida era marcado por los fundadores de la ciudad y, ahora, lo es por las exigencias de lo urbano.En una de las paredes un gran espejo muestra una dimensión paralela, una realidad en la que el centenario magnolio, que da nombre a la casa, aparece cortado por el tronco. Es el árbol el que se refleja y hasta se diría que se observa a sí mismo en un momento alterno; pero es también el espectador quien se ve y mira la acción de su mano sobre la naturaleza, el medio ambiente. Desde el mismo instante en que visitó el patio -cuenta Marangoni- surgió la idea del espejo. El proceso maduró en su natal Guayaquil, donde el análisis le llevó a concebir los caminos que tomaría esta autoreflexión. “Como seres humanos podemos evitar que el medio ambiente llegue a su fin, pero somos los que causamos ese dolor y el progreso ha sido nuestra excusa”. Este discurso se arma, además del análisis, de los medios técnicos para conseguir su expresión. Hay un trabajo de fotografía implícito. Este lenguaje es el que relaciona a ‘Invidencia’ con el conjunto de la obra de Marangoni. No se trata de la fotografía como fondo composicional, sino como referencia, como un dibujo que comunica, más que sorprende por su calidad de imagen.La cantidad de gente que pasa por este espacio (García Moreno y Mejía), también fue un motivante para la artista. Pues su trabajo interpela al peatón, al conductor que deja su auto en este sitio, al habitante y al visitante. Le cuestiona, le dice en grandes letras plateadas: “Las ciudades se han convertido en lugares donde se cortan árboles en nombre del progreso y se denominan calles y ciudadelas para acordarse de que aquellos existían”.